En la actualidad, ante ciertos asuntos, vivimos tiempos de rebeldía visceral, de negación absoluta, de reacción y de vuelta a los viejos principios ácratas. Porque la acracia ha vuelto. Eso sí, con la aureola de la derrota, pero dispuesta a ofrecer una gran batalla, que en muchos casos puede que sea legítima. No a las líneas de alta tensión, a la fractura hidráulica, a la incineradora, a la ampliación del basurero, a las autopistas, a los embalses, a las térmicas€ No a las industrias extractivas, del aluminio, a las químicas, las cementeras o a la creación de nuevas industrias€ No a los alimentos transgénicos, a los plaguicidas, a los experimentos con animales€ No al capital, a la banca, a la gran empresa y a la deuda€ No a las instituciones, las tradiciones, la religión, la monarquía, el ejército, el gobierno o a las leyes. No, no y no. En ocasiones, también no a la pluralidad, a la diversidad y a la diferencia. Cuánto cuesta ahora decir sí y sobre todo entender cómo queremos vivir en el futuro.