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IVÁN ARBOLEYA MONTES | Director de la Banda de Música de Gijón y profesor de clarinete

"Sin los directores que tuvimos, no habrían salido tantos músicos en la Pola"

"España es el único sitio de todo el mundo en el que se penaliza la experiencia y tienen que dar clase los que no tocan; es de locos"

Iván Arboleya Montes. M. NOVAL MORO

El poleso Iván Arboleya Montes es el director de la Banda de Música de Gijón, y profesor de clarinete en el conservatorio Valle del Nalón. El pasado sábado dio su primer concierto en la Pola como director de la banda desde que se pusiera en frente en octubre de 2014, el espectáculo "Totum Revolutum".

-¿Qué pasa con la música, que parece estar peor considerada que nunca?

-No lo sé. Me parece una barbaridad. España es el único sitio de todo el mundo en el que se penaliza al músico que está en activo. El único lugar en el que se penaliza la experiencia. En Estados Unidos, por ejemplo, para ser profesor en una universidad relevante lo primero que te piden es que tengas experiencia como músico en activo. Es así en todos los sitios. Pero aquí, por incompatibilidades, un profesor que toca en una orquesta no puede dar clase en otro sitio. Entonces, ¿a quién ponemos a dar clase? A los que no tocan. Es de locos. Llega hasta el punto de que no se pueden hacer actividades gratuitas, porque podrían ser también incompatibles.

-¿No se acaba así con la idea del maestro y el aprendiz?

-Es que es básico, no sólo en la música sino en todo. En la Universidad, ¿qué te piden para ser profesor? Que hayas investigado, que tengas publicaciones, que estés en activo. Es lo más lógico. Pensemos en un cirujano enseñando a operar. ¿Quién quieres que te enseñe, uno que nunca haya operado o uno con mucha experiencia? Yo quiero que me opere el mejor, el que más operaciones tiene. Eso se entiende perfectamente, pero en la música, no. No me entra en la cabeza.

-Y ahora, además, quieren quitarla de la escuela. ¿No se le da valor?

-Hace unos quince o veinte años hubo una especie de boom de la música, en el que abrieron conservatorios, todos los sitios querían tener su orquesta, su escuela de música, pero no duró mucho. Hasta entonces no estaba valorado, después empezó a valorarse, y ahora se vuelve a valorar poco. Pero se trata de un valor que no le dan las fuerzas políticas, porque los conservatorios y las escuelas de música siguen estando llenos de gente. Los padres siguen llevando a los niños a los conservatorios. Creo que nunca ha habido tantos alumnos como ahora.

-Pero da la impresión de que eso obedece a que los padres quieren que sus hijos sean artistas, o practiquen un instrumento, más que a una afición real por la música.

-Sí, puede ser. Pero eso tiene un lado bueno. Porque el hecho de que un niño toque hace que los padres vayan al concierto y se aficionen por la música. Empiezan yendo a escuchar a sus hijos y muchos acaban enganchándose. Pero también es cuestión de tiempo. Una misión que teníamos en el conservatorio Valle del Nalón era conseguir que los padres se quedasen a escuchar todo el concierto. Porque algunos se iban después de que tocaba su hijo. Ahora cada vez más padres se aficionan.

-En cualquier caso, no parece que haya el clima musical que se ve en otros países.

-Es cierto que si no hay un ambiente adecuado, es más difícil. En países como Alemania, Finlandia o Suiza ir a los conciertos es el modo de vida de los padres. Aquí tenemos otras cosas, es diferente. Pero no hay que ir muy lejos. Por ejemplo, en Valencia hay muchísima afición, van a todos los conciertos desde niños. Tienen otra mentalidad.

-Siero quizá sea una excepción. Aquí hay un gran ambiente musical.

-Sí. Yo creo que se lo debemos a la semilla que plantó Ángel Émbil, y que fueron cuidando y regando José Ángel Émbil, Maite Martínez, José Esteban García, Natalia Ruisánchez o Alfonso Sánchez. Se dio la circunstancia de que había una semilla, había afición y después, sobre todo Alfonso y Maite, impusieron una forma de trabajar con dedicación, con rigor y desinteresada. Hay que destacar, sobre todo, ese desinterés. Aquí hay mucha gente desinteresada. Es afición, cariño por lo que haces. Y rigor. Lo que aprendí de todos ellos es que hay que trabajar por hacer las cosas bien, no por el interés.

-¿Es ejemplo de ello "Totum Revolutum", el concierto del pasado sábado?

-Sí. El clima que hubo en el concierto se generó por eso. Todo el mundo puso su granito de arena para sacarlo adelante. Hubo mucho trabajo desinteresado. Todo ese clima de trabajo, de esfuerzo y dedicación se debe a que se juntó la gente adecuada. No era por dinero. Este concierto si lo quieres hacer por lo que costaría realmente, saldría por diez veces más.

-¿Aquí se apoya más a la música, entonces?

-Sí. Las instituciones siempre han apoyado mucho a los músicos. Nosotros estudiamos siempre gratis. En la banda no pagabas nada. A mi, al principio, me prestaron un clarinete sin pagar nada. Eso tiene mucho valor, pero hay mucha gente que no lo aprecia.

-Por lo que dice, la banda y el coro están donde están por la gente que tienen ahora. ¿Durará siempre?

-Esa es la cuestión. No sabemos lo que tenemos. La gente de la Pola no se da cuenta de lo que hay. Es una especie de microclima, un invernadero del que sigue saliendo gente. Sin los directores que tuvimos, no habrían salido los músicos que salieron en la Pola.

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