La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La huella del calzado en Noreña

Una docena de descendientes de los últimos zapateros de la Villa Condal reivindica la importancia de un gremio que generó cientos de empleos

El zapatero Bartolín Blanco. REPRODUCCIÓN L. B.

Hubo un tiempo en el que San Crespín paralizaba la actividad de Noreña durante las tardes de los lunes y la jornada del 25 de octubre. Ese tiempo era una época en la que la principal fuente de riqueza de la Villa Condal no eran sus fábricas ni sus deliciosos callos ni sabadiego. Etapa en la que el gremio de los zapateros generaba cientos de empleos y que se terminó allá por los años cincuenta del siglo pasado, cuando la modernización de la producción y la industria cárnica terminaron con un modelo económico local que predominó durante al menos tres siglos.

Existe documentación que acredita la existencia de actividad artesanal del calzado y el cuero en Noreña en el año 1587, al igual que todavía existe memoria viva de los últimos coletazos de pujanza del sector en la persona de unas quince descendientes de zapateros, de las que una docena se reencontró con LA NUEVA ESPAÑA como testigo para rememorar la actividad de sus progenitores.

Cuenta Encarna Blanco, la cual afronta su último lustro para ser centenaria, que durante la época en la que su padre Bartolín Blanco fabricaba calzado, la actividad zapatera estaba generalizada. "Cuando era cría había unos 124 zapateros sólo en Noreña", explica Encarna, a la que se suma su hermana Fala con una anécdota. "Se levantaban a las seis de la mañana y como no había luz en casa, enganchábamos una bombilla al alumbrado público a escondidas", apunta.

Otras como Maruja Torrijos, en este caso nieta y sobrina de otros tres zapateros, revive como en su infancia el oficio hacía popular a su familia. "Los Morteras eran muy populares por el calzado", cuenta la mujer, mientras Tina Alonso rememora los inicios de su padre, también maestro zapatero, Ángel "El Cazurru". "Lo mandaron de muy joven a Bilbao a aprender el oficio porque allí tenían mucha fama", cuenta al resto de hijas de los zapateros en un encuentro que tuvo como testigo a la estatua de Pedro Alonso, benefactor de Noreña y también del gremio. "Cedió varias de sus viviendas para alquilarlas a precio bajo a los artesanos", explica la vecina Fernanda Valdés, que lleva varios años investigando sobre la historia y los integrantes de este sector que hizo famosa a la villa en toda Asturias. "Se vendía calzado como botas o sandalias en los principales mercados como el de la Pola, Sama, Grado, Infiesto o Mieres", explican.

Fue la propia Valdés la que el pasado mes de abril decidió solicitar al Ayuntamiento de Noreña la declaración del gremio como hijo predilecto del concejo por su importancia histórica, así como un homenaje para las descendientes de los artesanos. "Estas mujeres son los últimos eslabones que nos unen a la industria gremial del calzado", sostiene la artífice del reconocimiento.

Compartir el artículo

stats