Sergio Martínez Mendaro (Oviedo, 1975) asumirá a partir del mes de septiembre el cargo de rector del Seminario Diocesano de Oviedo, lo que le obligará a dejar la parroquia de Pola de Siero en la que ha estado catorce años.

-El nombramiento ya es oficial, ¿Cómo está usted?

-Se mezclan sentimientos. Por una parte, marcho de la Pola después de catorce años y siempre que dejas un sitio donde estás bien y conoces a la gente hay algo de tristeza. Y también pienso que ser rector del Seminario es algo importante en la diócesis. Lo afronto con ilusión y con expectativas.

-Entiendo que también es una responsabilidad bonita...

-Sí. Conozco a los alumnos y la casa porque ejerzo de profesor de música, pero ser rector es otra cosa. Estoy muy animado. Por otra parte, yo soy de Oviedo y vuelvo a mi ciudad de origen. Los curas sabemos que cuando vamos a una parroquia estamos de paso, nunca sabes cuánto tiempo vas a estar. Pero es un buen momento para el cambio porque acabamos de adecuar la sede de Cáritas y no dejo nada a medias o sin cerrar.

-Sus años en la Pola, diez como vicario parroquial y cuatro como párroco, han sido de una gran actividad...

-Sí. Don Juan Bautista (Álvarez) llevaba muy bien Siero y me llevaba muy bien a mí. Pero también me tenía mucha confianza y en sus últimos años como párroco, en los que sufrió un declive físico (que no intelectual), ya dejaba en mis manos buena parte de la gestión. También es cierto que cuando, además, hay una relación de amistad es normal que se diluyan las líneas a la hora de repartir las tareas. Y eso don Juan siempre lo entendió muy bien porque nunca impuso su condición de párroco, sino que todo lo argumentaba a través del diálogo.

-¿Cuál fue el mayor logro de estos años?

-En el ámbito de la gestión, el órgano. Fue complicado, pero la gente se implicó, logramos mucha inversión externa y no supuso gravar la parroquia con un gasto extraordinario. Queda para el concejo, no sólo para la parroquia, un patrimonio y un referente en Asturias, porque, además, gracias a la gente que hay alrededor, tiene mucha vida. Y a nivel pastoral, mantener un sustrato, un grupo humano, que yo heredé, que no creé. Un espíritu de colaboración que fraguaron otros curas como don Juan Bautista, don Carlos (Sánchez Martino) y los párrocos anteriores.

-También tuvo que ser complicado para usted coger el testigo de dos párrocos muy carismáticos, como fueron Carlos Sánchez Martino y el propio Juan Bautista?

-Sí, pero hubiera sido más complicado si yo viniera de otra parroquia. Me hubiera costado mucho trabajo. Pero fue una sucesión desde dentro, no tuve ni que cambiar de casa.

-De la misma manera, el que venga ahora tendrá que sucederle a usted, que también deja huella?

-El nuevo párroco, Juan Manuel Hevia, es un cura que tiene dos años más de experiencia que yo, y es arcipreste de Gijón, que es un cargo de responsabilidad en una ciudad compleja. Yo, además, soy bastante amigo suyo, lo conozco muy bien, y creo que eso puede facilitar el trasvase. Pero él ya conoce la Pola, ya venía por aquí y conoce a mucha gente. De hecho, el propio don Juan le invitó a venir a la Novena del Cristo de Santa Ana, y hubo gente que me enseñó un recorte de LA NUEVA ESPAÑA de hace años en el que aparecía él a mi lado en una procesión del Carmen.

-Vamos, que conoce bien la Pola?

-Y además valora bien la villa. Antes del nombramiento, y sin saber que llegaría a ser párroco de la Pola, él me decía que estas parroquias son las que tiran por la iglesia en Asturias. Tiene un poco de respeto porque es una parroquia distinta a lo que ha conocido, pero creo que lo va a hacer bien. Es una persona trabajadora, inteligente, reflexiva. Espero para él lo mejor y espero también que la gente de la Pola le ayude, porque es gente muy especial y se vincula. Si pueden echar una mano, no dejan a nadie solo ante el peligro.