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De Aquí A Lima

Tirarse el asturiano a la cabeza

La anulación de la ordenanza municipal de Noreña demuestra que, lejos de ser cultural o lingüístico, el debate del uso de la llingua es sólo político

Tirarse el asturiano a la cabeza

Rosa Chacel aseguraba que había escuchado a Borges en Buenos Aires decir que prefería leer el Quijote traducido al inglés que hacerlo en español. Un sacrilegio para un argentino, pensó la escritora española.

La lengua, sus variaciones y sus múltiples expresiones ha sido siempre objeto de debate público y disgusto social. Y lo ha sido con asiduidad y crudeza en Asturias, una tierra que tiene las raíces hundidas en lo más profundo de la historia de España (mal que les pese a algunos) y que, sin embargo, no ha sido capaz de lograr que su dialecto diferencial, autóctono, el que hoy la mantiene como una mera región diglósica, obtenga el reconocimiento de cooficial.

La llingua, fuera bable o sea asturiano, ha sido motivo de discusión y, como casi todo en este país, también detonante esporádico de un conflicto latente que va haciendo Guadianas en el tiempo y que, casi siempre, se exhibe pasado de vueltas. Y es que el debate sobre el asturiano hace mucho tiempo que ha dejado de ser lingüístico o cultural, para ser un arma al servicio de las diatribas y las trifulcas políticas. Las posiciones son cada vez más firmes e inamovibles.

Decía Antonio Machado que en España, por cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa. El auto-odio al asturiano que agitan como lamento los asturianistas (que no falantes, que son muchos más) no es un rechazo a la lengua, sino a su utilización ideológica. A su instrumentalización política. Como muestra, la última embestida ha tenido como protagonistas hace pocos días a la Delegación del Gobierno y a la mayoría electa del Ayuntamiento de Noreña.

El brazo del gobierno de Rajoy en Asturias, cuya mano aún tiene la forma -y las formas- de Gabino de Lorenzo, requirió por escrito al gobierno noreñense que anulase su ordenanza municipal del asturiano. El consistorio la había aprobado en abril, después de un periodo de exposición pública en el que no recibió alegaciones.

La propuesta de Conceyu Abiertu por Noreña (2 concejales) contó con los votos a favor de Independientes por Noreña (4), Izquierda Unida (2) y Foro (1). En total, 9 de los 13 ediles. El Estado considera que existen manifiestas dudas sobre la legalidad de tres artículos de la ordenanza: una declaración genérica, que el Ayuntamiento acepte comunicaciones orales o escritas, y la posibilidad de redactar las actas en asturiano. Los partidos que sacaron adelante la ordenanza defienden que imita a otras, como por ejemplo la de Llanera.

La Academia de la Llingua entiende que está amparada por la ley de Uso del Asturiano. Carga contra lo que entiende "otro posicionamiento anti-asturiano de Gabino de Lorenzo". Pero el ex alcalde de Oviedo suele hablar asturiano en la intimidad, e incluso a veces lo ha hecho en público. Quedan para la memoria, cuando en 2008 encabezaba la lista al Congreso por Asturias, sus pullas al refractario presidente regional de su partido, Ovidio Sánchez: "lleves una llarguísima carrera política y entovía no sabes lo que llamber unes elecciones. ¿Por qué no te dediques a trabayar en vez de estar a todes hores preocupáu por el futuro de tu sillón presidencial?".

Es cierto que aquel asturiano que utilizó el candidato era el que llaman "amestáo", como lo es el de la inmensa mayoría de quienes, por el boca oreja, somos capaces de falarlo hoy. Pero es que las lenguas evolucionan. Y en el caso de la llingua lo hace simultáneamente por diversos y tortuosos senderos, según la zona geográfica, que complementan, pero nunca agreden, al camino principal. "Fillo", "fíu" y "gillu" son todos ellos hijos, pero cada uno de su territorio.

En el español, la Real Academia de la Lengua vela por incluir expresiones del uso común en su diccionario, a veces tan vulgares y pasajeras que roza el ridículo. Amigovio fue la última, pero antes estaban conceto, almóndiga (¿para cuándo "cocreta"?), norabuena o toballa. También están aceptadas otras curiosas entradas del diccionario por influencia y moda hispanoamericana como bluyín (por blue jean o pantalón vaquero) y jonrón (por el home run del béisbol, que españoliza el baseball). Dejo para mejor momento la reciente aceptación del maloliente "olor" de multitudes.

Pero resulta paradójico comprobar cómo la RAE limpia, fija y da esplendor al castellano acompasándolo a los tiempos, mientras que algunos tenemos la sensación de que el asturiano académico va camino de convertirse en una lengua muerta, si no lo es ya, por estar prendida por los alfileres de la ausencia de un área específica de conocimiento. Y, sobre todo, por vivir alejada de la realidad social de una región que tiene una identidad cultural y lingüística sin discusión, pero que entiende fatal las imposiciones. Una región "más profunda que extensa", como escuché definirla con preciso ingenio a Xuan Bello, que no está dispuesta a tragar con la obligatoriedad.

Así es que tal vez el empeño en preservar la esencia hará que se pierda para siempre el aroma. Por no cuidar el idiolecto (la forma característica que los hablantes dan a su lengua, en función de la época en la que vive, la zona en la que habla y el grado de cultura que atesora), se morirá el dialecto. Y no será la falta de cooficialidad la que lo mate.

Borges prefería el Quijote en inglés porque el Cervantes que leyó de niño, en un inglés que se hablaba en su tiempo, le encantó. Mientras que cuando lo leyó en el castellano del siglo XVII, un lengua que ni hablaba ni entendía del todo, le decepcionó profundamente.

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