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De Aquí A Lima

El jabalí como punto de inflexión

La proliferación de suidos ofrece a administraciones, ganaderos, cazadores y sociedad civil en general la ocasión de revertir las fallidas políticas cinegéticas, forestales y de asentamiento rural de las últimas décadas

Francisco Suárez posa con un jabalí abatido. L. BLANCO

En España hay ya tantos jabalíes como asturianos. Un millón. Y en Asturias, casi tantos como habitantes en la Comarca del Nora: unos 70.000. En 1994 apenas había 6.000 ejemplares. La proliferación de suidos de los últimos años se ha convertido en un serio problema para las diferentes administraciones y en un riesgo para la sociedad civil.

Así como la presencia de líquenes atestigua la calidad atmosférica, la irrupción de los jabalíes en las zonas urbanas advera un fracaso múltiple y colectivo. La propagación de este animal airea las vergüenzas de las estrategias de asentamiento de población en las zonas rurales, las fallidas políticas forestales y ganaderas y los gatillazos de la gestión cinegética. Y también un inadecuado comportamiento humano.

La primera explicación a la reciente plaga de estos artiodáctilos hay que buscarla en el cambio de los usos del suelo y el abandono de las actividades tradicionales, con el matorral y el bosque ganándole cada minuto que pasa más terreno a las otrora zonas de explotación agrícola, ganadera o forestal. En el siglo XIX, coincidiendo con la mayor deforestación de la historia, el jabalí estuvo a punto de desaparecer en Asturias. El bosque estaba esquilmado por el hombre, y el matorral, devorado por cabras y ovejas. Y la hambruna no dejaba una castaña ni una bellota en el suelo. En muchos lugares no reaparecieron hasta los años 90 del siglo pasado. Hoy, en Asturias viven en todos los concejos salvo en Gozón.

Si sobrevivió fue gracias a su enorme capacidad de adaptación, virtud principal de su éxito como especie. Matriarcales, astutos y huidizos, son capaces de desarrollar cambios de comportamiento que les permiten amoldarse con gran rapidez a nuevos ambientes y recursos. En Galicia incluso han aprendido a nadar. Han colonizado la isla de Cortegada, separada de tierra firme por un canal de 200 metros en el que se cultivan almejas y berberechos. Y allí se ponen ciegos de setas en una isla declarada Parque Nacional y reconocida como uno de los mejores enclaves micológicos de Europa.

La proliferación de la especie es un problema generalizado en gran parte del planeta. El calentamiento global ha favorecido que cada vez se deje ver en latitudes más nórdicas. En dos décadas ha recolonizado Suecia, Finlandia, Estonia y Noruega. En Inglaterra y Dinamarca, donde se había extinguido, está en plena expansión. En Berlín se cazan 2.500 ejemplares cada año.

La hibridación con otras especies, sobre todo con cerdos vietnamitas abandonados, como ha sucedido en Asturias, agranda la dimensión de la sobreabundancia de animales. En Europa se matan cada año tres millones de jabalíes, 9.000 de ellos en Asturias, pero el 80 por ciento de las poblaciones sigue aumentando de tamaño. Pese a la notable reducción de cazadores (en 30 años en el Principado hay la mitad de licencias), el número de ejemplares abatidos crece (un 217% en los últimos 15 años), pero no es suficiente. El Gobierno autonómico autoriza cupos de seis jabalíes adultos por cacería en cotos regionales y cinco en las reservas, pero el promedio de ejemplares abatidos es solo de entre 1,5 y 2,2 por cacería. Esta impericia de las cuadrillas es uno de los principales motivos por los que el incremento medio anual de la especie se sitúa ya entre el 25 y el 30 por ciento.

El suido es un animal antipático. Como calificativo encarna valores de rudeza, obcecación y escaso cerebro. En "Falcó", la reciente novela de Pérez-Reverte, al despiadado responsable del núcleo duro del espionaje franquista lo apodan "el Jabalí". El ungulado presta su inconfundible estampa como imagen a un contundente y popular vino de Toro que toma su nombre de una situación ficticia que se explica en la contraetiqueta: El jabalí irrumpe en tu camino y "¡Madre mía!". La interjección, el susto, bautiza el caldo.

Descartada por su dificultad la esterilización, la única forma de controlar la población de jabalíes, que no tienen predadores naturales, es matarlos. Si no se cazasen, su población se duplicaría cada año. Sin embargo, en cuanto alguien enuncia esta máxima se alzan las voces de la hipocresía que no los quieren al lado de sus casas, pero tampoco matarlos. En un reportaje en este periódico, un ovetense alimentaba a un suido en zona urbana y mientras le acariciaba la tripa lo llamaba "cerdito". Un amigo llama a esto el "efecto Disney" y lo argumenta con el "daño" que han hecho las películas que humanizan a los animales. Lo cierto es que resulta difícil disparar a un jabalí si quien se te viene a la cabeza es "Pumba", el facóquero de "El rey león".

El suido cuesta más de un millón de euros al año a los asturianos (18 millones en indemnizaciones por daños en 15 años), provocó el año pasado un tercio de los accidentes de tráfico por animales en España, en Asturias causa no menos de 200 siniestros cada año, algunos con víctimas, y aún así hay quien aún duda de actuar con firmeza.

Sus frecuentes incursiones en los últimos años en zonas urbanas del centro de Asturias se deben a que allí se sienten seguros. Los cinturones de protección en torno a los núcleos poblados, en los que no se puede cazar, y las facilidades para obtener alimentos en la periferia urbana los atraen como un imán. Y cuanto más comen, más crían. Las hembras, que consiguen su fertilidad con ocho meses de vida, paren cada año. Y está demostrado que si pesa menos de 50 kilos sus camadas serán de unos 4 rayones, pero si supera los 70 kilos puede alcanzar hasta 8 jabatos por parto.

Ante esta situación, con riesgos evidentes para la sociedad civil, se exige una actuación mucho más contundente por parte de las administraciones que la demostrada. El Principado ha encargado al Indurot de la Universidad un plan de prevención y control de jabalíes en zonas urbanas, que es un buen comienzo, pero que se quedará corto si se concibe como un fin en sí mismo. Una cosa es atajar exclusivamente una parte del problema y otra sería aprovechar la oportunidad para revertir los comportamientos que lo han generado, revisando y coordinando las políticas forestales, ganaderas, cinegéticas y de asentamiento rural. Que el hecho de que en España haya tantos jabalíes como asturianos no significa que ambos sean igual de importantes.

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