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Los museos en Siero

El Museo del Sifón, con fecha de caducidad

"Es una pena que no pase más gente de la Pola", dice Aurelio Cuesta tras anunciar que echará el cierre el 14 de abril de 2017

Aurelio Cuesta, "Lelo", en el Museo del Sifón. MANUEL NOVAL MORO

Aurelio Antidio Cuesta Martino, a quien todo el mundo conoce como Lelo, ha dedicado más de media vida a los sifones, tanto como profesional como en calidad de aficionado. Cuando estos envases estaban en auge, él trabajaba con ellos, y una vez que fueron desapareciendo del uso común no dejaron de formar parte de la vida de Lelo, hasta el punto de que convirtió su local de La Soledad en un Museo del Sifón, abierto a todo el mundo y con un guía excepcional que lo sabe todo sobre cada centímetro cuadrado de vidrio, plástico o metal que hay bajo su techo: él mismo.

Pero el museo ya tiene fecha de caducidad. Tras considerar que ya iba siendo hora de pasar a otra cosa, Lelo decidió fijar un día para el cierre definitivo: será el 14 de abril de 2017, el día que cumplirá los 85 años.

Desde que, hace unos meses, se anunció que el museo tenía los días contados, las visitas no han dejado de llegar. "Viene gente de todas partes, algunos de Asturias, pero sobre todo de fuera; últimamente vino gente de Palma de Mallorca, de Cádiz, de Barcelona, de muchos sitios", asegura.

Lo curioso es que apenas pasa por allí gente de la Pola, quizá por lo que siempre ocurre, que al tenerlo al lado de casa uno nunca se decide a visitarlo, pensando en que podrá hacerlo en cualquier momento. Pero ahora ya no se da esa circunstancia, porque el museo va a cerrar. "Es una pena que no pase por aquí gente de la Pola, porque después hay muchos que se van a arrepentir seguro cuando lo vean cerrado", dice.

A falta de un relevo generacional que continúe con su labor, Lelo ha decidido que una vez que llegue a los 85 años, el museo se quedará como está, pero cerrado, sin nadie que lo atienda. Tiene preparados unos paneles para tapar todas las estanterías en las que están sus sifones. "Lo taparé, echaré el cierre y, cuando yo ya no esté, que mis hijos hagan con ello lo que quieran", señala.

No cabe duda de que los conocimientos del propio Lelo son una parte importante del museo, porque es capaz de contar la historia de todo cuanto hay allí.

Hace más de cincuenta años que trabaja con los sifones. Su padre tenía una fábrica, "La Tropical", y en los años cincuenta del siglo pasado Lelo compró "La Cotorra", fábrica con la que comercializó la mayoría de sus sifones. Pero eso no fue todo. Con el tiempo, y debido al desuso del sifón, empezó a comprar fábricas que cerraban por todas partes. "Llegué a comprar veinticinco fábricas de sifones: de Oviedo, de Candás, de Lada, de Sama, La Felguera, El Entrego o Laviana: hay que tener en cuenta que en Asturias había más de 100 fábricas, nueve de ellas en Siero".

Su colección cuenta con más de 20.000 sifones, de los que solo una pequeña parte está en el local del museo, ubicado en la calle La Soledad de la Pola. Eso sí, están los más significativos.

Sifones del siglo XIX, elaborados con cristal de alta calidad, otros de lágrimas, serigrafiados, de relieve, litografiados al fuego y de muchos y muy diversos estilos. Asegura que no compró ninguno de ellos.

"Yo arreglaba sifones, pero no cobraba por ello, sino que maquilaba; un día llegó un hombre con 1.500 sifones para arreglar; yo le dije que no cobraba, y le hablé de la maquila; le dije: si trajiste 1.500 mira a ver los que vuelven", relató. Así era. Como los molineros que se quedaban con una parte del grano, él dejaba para sí algunos sifones en forma de pago.

Aurelio Cuesta es de las pocas personas que saben arreglar y poner a punto un sifón, y todavía hay gente que se los lleva a reparar. "Es igual que un coche, tiene válvulas, vielas y pistones", asegura.

Aparte de los sifones que se ganaba con el trabajo, recibió otros muchos de regalo. Los más singulares y valiosos fueron casi todos conseguidos por donación. Los más antiguos, elaborados en vidrio de alta calidad, que en un principio se usaban en las farmacias.

Y hay otras curiosidades como las últimas botellas de un litro de Pepsi y de Mirinda fabricadas en Asturias, que es difícil que pueda haber en otra parte. Todo ello gracias a su gran pasión por los envases que todo el mundo, incluidos los polesos, tiene la oportunidad de ver todavía.

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