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Un apasionado de la botella en Asipo

El hostelero José Manuel Fernández atesora más de 300 recipientes de vino y licor, alguno de más de un siglo: "Son recuerdos de toda una vida"

Distintos tipos de botellas. A. F. V.

A José Manuel Fernández "Manolín" se le podría definir como un gran aficionado a la botella". No porque le guste mucho beber, sino porque posee una de las mayores colecciones de recipientes de vinos y licores de la región, con más de 300 ejemplares, entre los que , describe, "hay botellas de coñac con 110 años, otras de vino con envases muy curiosos o refrescos ya desaparecidos que se fabricaban en Asturias. Recuerdos de toda una vida ligada a la hostelería y, sobre todo, muchos regalos de amigos".

"Todo empezó en 1999. Abrí un bar en el centro de Oviedo en el que tenía una estantería antigua en la que no sabía muy bien qué poner. Decidí coger algunas botellas viejas que tenía de mi abuelo, que había tenido un bar-tienda en Castañedo del Monte (Santo Adriano), y exponerlas. Las iba cambiado cada pocos días y a la gente le llamaba mucho la atención. A partir de ahí me empezaron a regalar botellas y más botellas... Y así hasta hoy, que tengo más de 300", repasa Fernández sobre la que hoy es su gran pasión, y que expone en su actual negocio, el restaurante Del Valle 3, que esta semana ha cumplido 13 años.

De entre todas las reliquias que adornan las estanterías, hay algunas que destacan por encima del resto. Una botella de sol y sombra ya mezclado, "una bebida casi única", dice; Fru-Fru, un refresco anterior a la Mirinda; botellas monodosis de vermú Martini, que se vendían a 0,80 pesetas la unidad o frascos taponados con corcho y plomo. Pero, además de la evolución en el embalaje que ha vivido la industria en el último siglo, la colección de Fernández también muestra "el gran ingenio y el marketing" que ya había por aquel entonces. "Hay etiquetas de licor de nada o de cualquier cosa que es la respuesta recurrente a un ofrecimiento. Y ya de aquella habían pensado en ello", asegura sobre estas estrategias de mediados del siglo pasado.

Pero además de ideas geniales, la colección del hostelero también destapa la importancia que tuvo el sector en la región y que hoy, salvo contadas excepciones, ha sido desmantelada. "Tengo ponche asturiano fabricado en Mieres; Boy, que era un refresco tipo Fanta cien por ciento natural que se fabricaba en Oviedo; o cerveza El Águila, de Colloto", enumera con cierta nostalgia.

Los 15 metros de estantería que ocupan este pequeño museo de la botella es, sin duda, uno de los principales reclamos de Del Valle 3. La vistosidad de los vidrios expuestos ya han hecho a Fernández recibir más de una oferta para adquirir alguno de ellos; si bien, lo tiene claro: No se vende.

"Me llegaron a ofrecer 500 euros por una botella que yo había comprado en el rastro por menos de 100. Me dolió rechazar el ofrecimiento en el momento, pero ya no me arrepiento", asegura.

Aunque vender, tiene claro que no vende; lo que sí ha hecho en alguna ocasión es descorchar alguno de estos testigos de la historia, no siempre con el resultado deseado: "Cuando abres una botella de coñá centenaria suele estar ajerezada; eso sí, la que sale buena es increíble".

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