"Llevo la Pola en el alma. Allí donde estoy presumo de ser lo que soy, poleso". Así, "muy contento, sorprendido y agradecido", se siente el sacerdote Andrés Fernández Díaz al conocer que la asociación Amigos del Roble le nombra "Personaje del Año". Con este homenaje reconoce precisamente su amor a su tierra natal y a sus tradiciones, que para él hay que "potenciar y conservar".

Fernández destaca que cada vez se siente "más poleso y más orgulloso, sobre todo, de la gente". Por lo que tiene un recuerdo para aquellos paisanos que, de forma anónima, hicieron mucho por su localidad, pues "si somos lo que somos es gracias a ellos". El cura sierense explica que ser de la Pola "es una forma de ser y vivir, aunque pueda parecer pedante". Concreta que es ser una persona acogedora, no perder las raíces, respetar a sus mayores y antepasados y mantenerse abierto a lo nuevo, pero sin perder la historia. Tiene claro que hay que saber "unir lo de siempre, no perderlo, con lo nuevo" porque defiende que hay "lugar para todo" y que "un pueblo que pierde su historia se muere".

El homenajeado explica que fue el entonces párroco de la Pola, Carlos Sánchez Martino, quien le inculcó conservar las tradiciones. Le caló hondo tal enseñanza porque en sus 18 años de sacerdocio ha tratado de potenciar, conservar y recuperar las tradiciones en las parroquias que ha llevado como cura.

Y si algo demuestra su gran amor por la Pola y sus costumbres es que no se pierde por nada los Güevos Pintos. Esta festividad coincide con unas jornadas que organiza la asociación de canonistas y no parte hacia Madrid para asistir "hasta que no pasa la bendición". Se queda hasta el martes por la tarde.

Andrés Fernández es vicario judicial adjunto en el Tribunal Eclesiástico de Oviedo, además de párroco en San Lázaro del Camino, Santiago de La Manjoya y San Esteban de las Cruces. Se licenció en Derecho Canónico en la Universidad Pontifica de Salamanca. Nació el 31 de julio de 1973 y se crió en la calle de la Soledad de la Pola.

La asociación Amigos del Roble, que preside Enrique Meoro, también quiere reconocer la "desinteresada labor y colaboración" con este colectivo de Ana María Álvarez Lagranda, por lo que la nombra "Chigrera del Año".

Ella se encarga de ayudar con el cobro de recibos, recoger el correo, con los carnés de socio y aquello en lo que puede. Cogió el testigo de Vicente Pandiella Ferrera, del Mesón Peñamayor, cuando falleció. "Estoy agradecida, pero no era necesario. Lo hago desinteresadamente", apunta la homenajeada.

Ana María Álvarez Lagranda es del Rebollal y regenta La Tienda de Ana, en Pola de Siero. La fundó su padre, José Manuel Álvarez, en 1977 y cuando murió, en 1982, ella se puso al frente. También tiene buenas palabras para Andrés Fernández: "es una persona muy cercana, puedes hablar con él de lo que quieras. Me parece muy bien". Los galardones se entregarán el 28 de junio, coincidiendo con la fiesta de San Pedro.