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Sin tocino se llega a 105 años

"Hay que comer sano, sin grasas", sentencia la sierense Teresa González, más de un siglo de fortaleza y buen humor

Teresa González, en su casa de Argüelles. L. BLANCO

"Hace muchos años que dejé el tocino". Con total lucidez y el sentido del humor intacto trata de explicar la vecina de Argüelles Teresa González algunos de los secretos que a su juicio han propiciado que el domingo alcance los 105 años, edad que confiesa que nunca creyó que alcanzaría. "Voy echándolos a todos por delante por si acaso", comenta con una sonrisa de oreja a oreja una mujer que ha visto morir a cuatro de sus cinco hijos.

González nació y creció en Los Lloreos, una zona de San Miguel de La Barreda. Con sólo cuatro años perdió a su padre y junto a su madre tuvieron que criar a su hermano pequeño Rufo. "Con diez años ya estaba trabajando la tierra y cuidando el ganado todo el tiempo", relata la mujer. "Fui un poco a la escuela con un tío cura, pero trabajar era lo primero".

A los 23 años contrajo matrimonio con Pepe González, con el cual se trasladó a su casa de Argüelles, donde permaneció desde entonces salvo una temporada en la que se marchó a vivir a Gijón tras enviudar hace un cuarto de siglo. "Era un carpintero muy aplicado". Tuvieron tres hijos varones y dos hijas gemelas que fallecieron a los tres meses. "La verdad que he tenido muchos golpes en la vida", confiesa sin perder su semblante alegre.

Junto a su marido, superó la Guerra Civil, de la que guarda alguna anécdota. "El se provocó una herida en la mano para no salir a combatir a Cantabria, luego estuvo cinco meses en una tenada para que no le acusasen de desertor y yo simulaba que él me enviaba cartas desde el frente", recuerda.

Apartada ya de las labores de la tierra, González pasa el día leyendo LA NUEVA ESPAÑA y colaborando en la medida de lo posible en pequeñas tareas como partir nueces, pelar ajos o lo que surja. "En la tele ya sólo veo la misa porque el resto de lo que echan no vale para nada", sostiene, muy crítica con la programación. "No hay ni educación ni entretenimiento".

También son habituales sus paseos por el pueblo. Hasta enero lo hacía caminando con un andador, pero tras ser ingresada por un problema en una pierna lo ha sustituido por una silla de ruedas que suelen empujar o su hijo o alguna de sus cuidadoras. "A misa ya no voy porque me agobia que venga tanta gente a verme como si fuera algo extraordinario", confiesa.

De las claves de su longevidad no tiene dudas. "Hay que cuidarse, comer sano y sin grasas e incluir mucha verdura y pescado". Así lo hace en su dieta diaria desde que el médico le llamó la atención. "Me dijo que había que quitar las grasas y eso hice".

Lamenta tener que ver a gente más joven que ella con grandes achaques y quita hierro al hecho de no haber tenido nietos. "¿Para qué?, después salen toda la noche y no vuelven a casa hasta las tantas", indica.

Es todo un referente para sus vecinos, que no escatiman en atenciones a su persona. "Cuando salgo a pasear la gente no para de decirme que me ven muy bien", confiesa orgullosa Teresa que se ve con fuerzas para continuar adelante muchos más años. "Nunca conocí nadie con tantos años, así que mira si soy viejina".

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