Antes de que ustedes se lo pregunten, les voy a explicar qué relación tienen nuestras cuencas con el argumento que hoy les traigo. Les aseguro que mucha, tanto porque de aquí eran algunos de sus protagonistas más directos como por el hecho de que fue en la montaña central donde se dieron los primeros pasos para embarcarse en el proyecto más desastroso que ha vivido hasta este momento el nacionalismo asturiano: el atraco al Banco Herrero de Oviedo en julio de 1979. Pero como aquellos a los que me refiero aún están tan vivos como yo (y que sea por muchos años) y me consta que lo que menos querrían ahora es recordar aquel asunto, debo respetarlos y callar sus nombres para limitarme a narrar un episodio que ya forma parte de nuestra historia. Para ir al grano, situémonos en un piso del edificio número 22 en la calle Valentín Masip de Oviedo: son las 10 de la noche del domingo 8 de julio de 1979 cuando, haciéndose pasar por unos vecinos, una pareja armada logra entrar en la vivienda para secuestrar al cajero de la sede central del Banco Herrero junto a su mujer y dos de sus hijas; luego dejan pasar a otros hombres también armados y a las 7 de la mañana, mientras uno de ellos se queda en el piso, el resto acude con su víctima hasta la entidad para que les franquee el paso.

Saben que necesitan tres llaves para abrir la caja y ya tienen una, así que esperan a los empleados que llegan al trabajo -casi 200- y van pidiéndoles su carné a punta de pistola con el fin de localizar a los dos que tienen las otras y cuyos nombres conocen de antemano. Cuando lo logran siguen con su plan cuidadosamente estudiado y a las 8,15 ya están en la calle llevándose todo el dinero menos 15 millones que quedan en una maleta cuyo asa se rompe. En el exterior un furgón blindado que viene a retirar el dinero destinado a la paga de las explotaciones de Hunosa intenta impedir la fuga, hay un tiroteo a lo largo de la calle Fruela y luego los atracadores desaparecen para siempre.

El día 13, ETA político-militar, una de las ramas en las que entonces se dividía la organización separatista, reivindicaba el asalto. Su objetivo habían sido precisamente los 400 millones de pesetas destinados a la nómina de los mineros, pero que se reducían a 130 después de que la víspera se hubiesen retirado inesperadamente 270, aunque a pesar de esta rebaja el golpe se convirtió en el más importante de los perpetrados hasta aquel momento en un banco español.

Meses después, el 22 de marzo de 1980, el diario Región informaba de que al menos cuatro jóvenes de edades comprendidas entre los dieciocho y los veintitrés años acababan de ser detenidos en Oviedo y Gijón como presuntos implicados en el atraco. La pista la había dado Iñaki Aramallo, uno de los integrantes del comando y responsable de organización de ETA (p-m) para Levante y el Sur que había caído tres días antes en Valencia denunciado a sus contactos de Andalucía y Asturias. La policía completó su declaración con el hallazgo de varios documentos que tenía en su poder y que permitieron la identificación de algunos miembros del comando autor del robo, entre ellos sus cómplices asturianos.

El vasco tampoco tuvo inconveniente en confesar que ETA (p-m) era la responsable de los otros dos atracos de importancia que se habían cometido en Oviedo en aquellos meses: uno por importe de treinta millones de pesetas en el Hospital General de Asturias y otro de veinte millones de pesetas en el Hogar de San José, donde la Caja de Ahorros de Asturias pagaba a los pensionistas. En consecuencia a los jóvenes se les aplicó el decreto antiterrorista y fueron llevados a los calabozos de la Puerta del Sol de Madrid sin haberles tomado declaración en Asturias.

Entretanto el famoso comisario Conesa, encargado de la operación, había llamado a la Jefatura Superior de Policía de Oviedo comunicando el traslado a Asturias de Aramallo para que reconstruyese sobre el terreno las circunstancias del atraco. Cantó de plano y gracias a él se pudo identificar una casa de San Claudio, cerca de Oviedo, en la que se había ocultado durante dos meses una parte importante del botín mientras el resto podía superar sin problemas los controles policiales en una furgoneta con doble fondo para llegar hasta Francia.

Finalmente se concluyó que en el atraco a la entidad bancaria habían participado doce miembros de ETA (p-m) apoyados por siete asturianos encargados de las labores de vigilancia e información previas al golpe. Desde el primer momento se les vinculó con el Conceyu Nacionalista Astur (CNA) que mantenía buenas relaciones con la coalición Euskadiko Ezkerra, aunque no se pudo hacer constar esa relación entre los implicados en el atraco y la organización nacionalista asturiana y sus dirigentes se apresuraron a emitir un comunicado poniendo de relieve que en ningún momento habían conocido que las personas detenidas hubiesen participado en los hechos que se les imputaban y eludiendo como partido político toda responsabilidad. .

La verdad de la historia es que en Asturias no quedó ni una peseta de lo robado, que cuatro jóvenes de aquí pagaron por su colaboración penas de cárcel, y que el nacionalismo asturiano quedó tan tocado que el Conceyu Nacionalista Astur acabó desapareciendo en 1981. Aunque de aquel tronco común acabaron brotando nuevas organizaciones de la misma ideología, pero la mayoría de aquellos miembros fundacionales ya no volvieron a militar en ninguna de ellas. Por su parte, Euskadiko Ezkerra, cobertura legal en las elecciones de 1979 de ETA (p-m), pudo hacer aquel año una generosa campaña electoral en la que no se escatimaron gastos.

Este fue el primero pero no el único coqueteo del independentismo asturiano con las acciones violentas. En febrero de 1983 un grupo denominado Andecha Obrera se dio a conocer colocando un explosivo en una sucursal del Banco Hispano-Americano en Gijón y el 10 de mayo volvieron a la acción con otros dos artefactos situados de nuevo en sendas sucursales bancarias de la misma ciudad; en noviembre del mismo año repitieron en la sede del Club de Regatas de Gijón y dos años más tarde, en 1985, se hicieron notar en un almacén de Coca Cola, en el polígono industrial de Tremañes. Por fin desaparecieron sin que nunca fueran identificados ni detenidos después de que la Guardia Civil desactivase su último artefacto el 22 de septiembre de aquel año en una oficina del INEM, también en Gijón.

En las pocas historias que se han escrito hasta el momento sobre el movimiento nacionalista asturiano, se escribe que Andecha Obrera fue el primer grupo que llevó este nombre y no es así, con anterioridad existió durante unos meses la denominada Andecha Ñacional (con ñ), que a pesar de ser ilegal firmó varios carteles, panfletos e incluso convocatorias de manifestación junto a los partidos que defendieron en su día el artículo 151 para nuestra autonomía y llegaron a enfrentarse incluso físicamente a los partidarios de la otra vía, la del artículo 143.

Entre sus acciones más directas, que nunca tuvieron que ver ni por asomo con el terrorismo, figura una protesta ante el edificio de la Junta General en la que se registró una detención y sobre todo la algarada del 23 de junio de 1978, unas horas antes de la noche de San Xuan, cuando su aguerrida militancia, un grupo de unos 20 jóvenes, casi todos mierenses, decidieron reventar lanzando huevos la manifestación que convocaban en Oviedo los partidos y sindicatos mayoritarios y en la que participaban miles de personas encabezadas por líderes del prestigio de Santiago Carrillo. La cosa, que dada la desigualdad de fuerzas pudo acabar en drama, se quedó en diferentes agarradas con los miembros del servicio de orden, varios contusionados y costosos desperfectos en uno de los coches particulares en los que se había hecho el desplazamiento hasta la capital. Al día siguiente, a pesar de la reivindicación de los hechos por sus protagonistas, la prensa consideró más conveniente atribuir el incidente a «provocadores fascistas» y así quedó para la historia, aunque no para los testigos que lo vivimos de cerca y que podemos certificar hasta el nombre del establecimiento en el que se compraron los nutritivos proyectiles: la desparecida tienda de Feito, en Requejo.

En fin, las cosas como deben ser, y para que este artículo no se quede cojo, es preciso concluir citando la última acción violenta del asturianismo: el intento fallido de colocar un explosivo casero en las inmediaciones de la sede del PSOE en Infiesto que llevó a la cárcel hace unos meses a Fernando González Rodríguez, «Fer», otro joven simpatizante de la tercera de las Andechas de nuestra historia, Andecha Astur, partido legal y como tal democrático y pacífico, que hoy es uno de los grupos más conocidos dentro del mundo cada vez más atomizado y menos eficaz del nacionalismo asturiano. Esta es la realidad, para desesperación de sus votantes, entre los que no me encuentro, y regocijo de la autoridad y los políticos de poltrona, entre los que tampoco estoy.