La manifestación se completó con cientos de pancartas de apoyo de distintos colectivos. El Valle de Turón, las mujeres mineras y colectivos de la tercera edad, entre otros, no dudaron en plasmar en una tela o en un cartón su respaldo incondicional a los mineros y llevar sus lemas a la calle.

Madrid,

I. E. / J. V.

La gran marcha en apoyo a la minería del carbón dejó enfrentamientos entre grupos de manifestantes y fuerzas de orden. La Policía detuvo a ocho personas en el transcurso de una carga frente al Ministerio de Industria. Fue ya al final de la protesta cuando la gran columna formada por decenas de miles de personas empezaba a dispersarse. Según testigos presenciales, la mayoría de los implicados en este incidente eran ajenos al sector, portando los típicos distintivos «antisistemas». La Delegación del Gobierno en Madrid elevó hasta los 76 el número de heridos, señalando que 33 de ellos son policías. No hubo lesiones graves y los propios portavoces del Ministerio del Interior reconocieron que se trata de contusiones, torceduras y crisis de ansiedad leves.

La marcha minera fue reivindicativa, incluso dura a la hora de poner voz a las reclamaciones, pero en lineas generales fue modélica en lo que se refiere al comportamiento de los mineros y sus miles de acompañantes. La cifra de 76 heridos fue el resultado de incidentes aislados y breves en el tiempo, aunque intensos, y se produjeron al término de la manifestación, fuera ya del ámbito de la protesta.

De los ocho detenidos, ninguno es minero, según un portavoz de la Jefatura Superior de Policía de Madrid. Y es que, según se ha indicado desde el Ministerio del Interior, «se han detectado grupos antisistema, ajenos a los mineros , que iban encapuchados y han usado desde lanzacohetes a ladrillos para agredir a los agentes».

Las 43 personas que tuvieron que ser atendidas por los servicio sanitarios de la Comunidad de Madrid presentaban heridas leves, así como los agentes lesionados. Ocho personas tuvieron que recibir atención en centros hospitalarios, sin tener que permanecer ingresadas. El resto fueron tratadas en la propia calle.

El clima de concordia con el que se había desarrollado la manifestación se enrareció en cuanto la marcha llegó a las puertas del Ministerio de Industria, donde esperaban los antidisturbios. Algunos de los manifestantes aprovecharon para lanzar improperios contra los agentes, que aguantaban estoicamente, mientras discurría la manifestación. Lo peor vino al final, un grupo de antisistemas -algunos de ellos con la cara tapada- pasaron de las palabras a la acción y comenzaron a arrojarle objetos a los agentes. Primero botellas de plástico y latas, después petardos y hasta trozos de madera. Otros llegaron incluso a romper una de las vallas de seguridad del Ministerio y la lanzaron contras las fuerzas del orden. Fue ese el momento cuando los agentes se empezaron a movilizar y salieron al paso de los manifestantes, convirtiendo la Castellana en un campo de batalla. Mientras tanto, la cabecera de la manifestación, que ya había llegado a su destino, permanecía en las inmediaciones del escenario y mantenía su programa sin alteraciones.

Quinientos metros más abajo, los agentes habían tomado la calle y no dudaban de disparar con su fusil de bolas de goma a aquellos que los increpaban. Un enfrentamiento en el que los manifestantes lanzaban a los agentes cualquier cosa que encontraban a su paso, incluso piedras. Los insultos tampoco cesaban, «vergüenza tenía que dar tener esta profesión», les gritaban algunos. Entre estos sí se vio a algún que otro de los participantes reales de la manifestación, alertados de la presencia policial y de los gritos que allí se escuchaban y desoyeron las peticiones de calma de los dirigentes sindicales. «Al pozo Sotón tenéis que venir», les decía a los agentes de forma amenazante uno de ellos. La mayoría, sin embargo, trataban de calmar los ánimos. De hecho, la calma sólo llegó una vez que la manifestación fue disuelta.