Moreda (Aller) / Langreo,

C. M. B. / E. P.

El número de parados por las nubes, al igual que la prima de riesgo. Las personas que buscan ayudas sociales se cuadruplican, los salarios bajan y los precios y el IVA sube. Números y cifras, pero detrás siempre hay personas que sufren las consecuencias y buscan ayudas. Los voluntarios se están convirtiendo en un pilar fundamental para el sustento de la sociedad en tiempos de crisis. A veces son invisibles, como los ángeles, pero realizan una labor encomiable y aumentan el ritmo cuando la crisis aprieta. Las asociaciones y organizaciones de las Cuencas aseguran que, con la recesión económica, también se crece en solidaridad, aunque nunca hay manos suficientes.

María Luisa Martínez es una voluntaria de los pies a la cabeza. Coordina el área de atención a domicilio de la asamblea de Cruz Roja en Aller, desde la sede de Moreda y, en los últimos meses, ha visto «un aumento grandísimo» en la demanda de servicios. Ayuda a sus vecinos desde joven. Ya fue voluntaria veinteañera y ahora ve que «hay mucha necesidad». Ella da lo que puede, «pero nunca es suficiente».

Como voluntaria de Cruz Roja en Moreda, junto al resto del equipo, reparte comida a través de campañas periódicas de alimentos no perecederos. También ofrecen ayuda de emergencia para pagos puntuales que pongan en peligro la estabilidad de un hogar. El presidente de la sede de Moreda, Juan Martínez, asegura que necesitan más manos para paliar la crisis.

Su vida también cambia en época de dificultades económicas. «Tenemos más trabajo y vemos cosas más duras a diario, pero lo vamos soportando porque sabemos que hacemos un bien a la sociedad», señala el presidente. Su trabajo no se queda en los que buscan ayuda, sino también en informar a los que quieren ofrecer su granito de arena. «Viene mucha gente para darnos una ayuda y tenemos que informar de todos los programas con claridad para que nadie se lleve a engaños», asegura mientras trabaja en el ordenador del local de Cruz Roja.

Confirmando sus palabras, una mujer entra por la puerta de la sede y ofrece ropa y juguetes usados, pero en buen estado, que ya no sirven para sus nietos. «De momento, en Aller, preferimos centrarnos en lo básico, porque es más importante que un niño tenga comida que juguetes», responde Martínez.

La necesidad cada vez es más grande y los que lo ven de cerca, como María Luisa Martínez, quieren dar lo mejor de sí. Fuera de su labor en Cruz Roja, ha emprendido otras iniciativas. Recoge ropa y juguetes en comercios de Moreda para dárselos a los que más lo necesitan y abandera programas de recaudación de fondos para niños enfermos de la región. «Lo hago para hacer bien a la sociedad y porque la alegría de un niño lo paga todo», dice con una sonrisa.

Es un sentimiento compartido con sus compañeros. «Sentimos que nos dan más de lo que damos», coinciden las felguerinas Ángeles Velasco González y Rosa Braña García, que son voluntarias en la asamblea local de Cruz Roja de Langreo. Ángeles Velasco llegó a la organización en marzo del pasado año, pero Rosa Braña lleva ya cuatro años y medio. «Tenemos que ayudar», sostiene ésta última. Son dos de los 50 voluntarios con los que cuenta actualmente Cruz Roja en Langreo, que organiza el próximo día 16 una gala benéfica en el Nuevo Teatro de La Felguera. «De ellos, alrededor de 30 colaboran frecuentemente, casi todos semanalmente, y el resto participan puntualmente. La mayor parte son mujeres», aseguró María González Rodríguez, coordinadora de la asamblea local de Langreo.

Los voluntarios tienen que someterse al llegar a un proceso formativo, en las que adquieren unos conocimientos básicos institucionales y sociales pero también específicos, dependiendo del proyecto en el que se van a integrar. Una vez finalizada esta fase, los trabajadores de Cruz Roja les explican los proyectos en los que pueden integrarse.

Ángeles Velasco lleva sólo unos meses colaborando con la organización pero ya afirma que «no me echan ni queriendo». «Sería voluntaria hasta pagando», destaca. Llegó a Cruz Roja a través de su hermana, que había contactado previamente con la asamblea local de Langreo. «Tardé en decidirme pero ahora estoy enganchada», comenta. Velasco está integrada en el equipo que organiza salidas con personas discapacitadas pero también participa en otras iniciativas, como el programa de reparto de alimentos y ayuda a mejorar el servicio a través de actos de captación de socios. En su agenda subraya esas jornadas y ninguna otra actividad interfiere aunque tenga que renunciar a un amagüestu, como ocurrirá con la próxima excursión.

Los voluntarios nunca sobran y las asociaciones solidarias buscan adeptos, sobretodo, entre la gente joven. Un ejemplo de joven comprometida es Rosa Braña, integrada en el área de Juventud y en el centro de mediación social. Llegó a Cruz Roja después de que responsables de la organización desarrollasen una campaña en el instituto en el que estudiaba. A esto se suma que una amiga suya ya había entrado en contacto con la entidad. Empezó en el proyecto de Juventud y su ilusión era entrar en el centro de mediación. «Estudio magisterio y siempre me gustó trabajar con niños», dice. El pasado mes de abril empezó a colaborar también en este programa.

Tanto Ángeles Velasco como Rosa Braña animan a otras personas a que se comprometan y den un paso al frente para ayudar. «Aquí se aprende mucho y se recibe infinitamente más de lo que se da», afirma Velasco. Y, añade, «quien pueda colaborar económicamente que lo haga porque se necesita. Si lo que gastas en un café cada día aportas a una causa como esta sería estupendo», explica. Braña añade que cuando se encuentra con personas que le preguntan la razón por la que acudes si no le pagan asegura: «Ven un día y si no te gusta te vas. Todos se quedan».

María González lleva 16 años trabajando en la asamblea local de Cruz Roja de Langreo. La organización se dedicaba hasta hace ocho años al programa de reparto de alimentos, a proyectos con personas con discapacidad y al acompañamiento de personas mayores. Pero el «abanico se abrió» y se iniciaron diversos programas sociales porque, afirma, «existían necesidades».

En este último año, debido a la crisis se han puesto en funcionamiento el punto de información laboral y un proyecto de ayudas sociales básicas. Y este mes la asamblea local se suma a la campaña estatal «Ahora + que nunca» dirigida a familias en situación de exclusión por la situación económica y a personas que han resultado afectadas por la crisis. María González destaca que «Cruz Roja ayuda a quien lo necesita». Por eso pide que quien pasa por una situación complicada «que se acerque sin vergüenza». Tanto María como Ángeles y Rosa animan a los vecinos a que asistan el próximo día 16 a la gala benéfica de La Felguera y para aquellos que no puedan ir «que colaboren con la fila cero».

Los que colaboran en lo que pueden y se están convirtiendo en todo un baluarte para los más necesitados de Mieres son los miembros de la Asociación Mierense de Cocina Solidaria (Amicos). Cada día, el comedor solidario de Mieres ofrece más de treinta y cinco menús completos al precio de un euro. El bullicio en la cocina empieza pronto, sobre las diez de la mañana. Mientras la cocinera pone la olla al fuego, Nico Álvarez prepara los bocadillos para entregar a los usuarios. «Empecé a colaborar en 2008, porque tenía un problema personal y necesitaba ocupar el tiempo en algo provechoso», señala.

Desde entonces, acude diariamente al centro y presta su ayuda voluntaria. Pilar García también lleva cinco años al pie del cañón y no falta «aunque nieve». «Ahora se me hace más cuesta arriba, porque cada vez hay más gente que necesita comer y vienen incluso con niños», explica.

El trabajo voluntario en el comedor se completa con Pilar Álvarez y Carmen Domínguez, ambas recién incorporadas al equipo. Verónica Morantes ejerce desinteresadamente como asistenta social y le viene de familia porque su padre, Manuel Morantes, lleva años ayudando en la logística y recogida de alimentos para Amicos. No son los únicos que tienen algo en común, porque todos son auténticos ángeles de la crisis.