No resulta exagerado afirmar que los parados han constituido siempre -y sobre todo en momentos como éste, donde el ejército de desocupados aumenta día a día- una fuerza muy importante en el contexto socio político de cualquier país. De ahí que la comprensión del problema del paro, y su correspondiente tratamiento, hayan servido en algunos casos para aumentar el potencial de las fuerzas de izquierda, mientras que en otros, desgraciadamente conocidos, el populismo y la irracionalidad de la extrema derecha hayan sido sus principales beneficiarios.

Este miércoles pasado, en la Casa de Cultura «Alberto Vega» de La Felguera, se celebró una reunión que servía como acto de presentación de la CAP (Coordinadora Asturiana de Parados). Si tuviera que reflejar mi opinión sobre el debate que siguió a la charla, tendría que ponderar, sobre todo, el grado de madurez de los que estuvieron allí presentes. Lo que, sin duda alguna, significa una excelente carta de presentación para un proyecto que nace no sólo con el objetivo de elevar el nivel de organización y movilización de las instancias locales ya existentes: ADEPAVAN, en Nalón, ADEPALL, en Llanera, o «Paraos en Movimiento» en Pravia, sino que, consecuente con unos objetivos más ambiciosos y propios de un importante movimiento social, pretende poner su modesto, pero no menos enjundioso por ello, granito de arena para la tarea de construcción de un nuevo orden social más justo, que ayude a resolver las contradicciones del capitalismo y, al mismo tiempo, enmiende la inconsistencia ética de la democracia burguesa.

De otra parte, la reunión sirvió también para colocar en su justo sitio los límites de la democracia, una frontera que algunos entienden como un libro de tapas rígidas y páginas ya encuadernadas definitivamente. Frente a quienes opinan así -no es infrecuente escuchar que los parados han de ser defendidos sólo por los sindicatos y los partidos políticos-, los integrantes de la CAP pusieron de relieve, por el contrario, que el concepto de democracia se parece más a una articulación abierta y dinámica, cambiante en su praxis diaria, y en la que la dimensión de los movimientos sociales (las asociaciones de parados forman parte de ellos) va más allá de su parentesco exclusivo con el movimiento obrero. Por decirlo a mi manera, se trataría de crear savia nueva que, aprovechándose de las experiencias existentes, aumentara el caudal de las fuerzas liberadoras.

En un contexto que no anda sobrado, precisamente, de iniciativas importantes que ayuden a entender los mecanismos de nuestro deterioro socio cultural, el nacimiento de la CAP representa una noticia esperanzadora, que debiera ser compartida por la población -y no sólo por los parados-. Como alguien dijo durante la reunión, el problema es de todos. Y todos, de una u otra forma, tenemos que hacernos conscientes de él. Termino con lo apuntado al principio: el aumento de la falta de trabajo sirve para amplificar el número de personas que forman parte de la bolsa de la pobreza, y no sólo económica: la sanidad y la educación se resienten en cualquier hogar cuando no hay medios materiales. Acercarse, pues, a los parados, respetando, eso sí, su autonomía, constituye el próximo e inevitable objetivo. Sólo hace falta saber quién está dispuesto a ponerle un abrigo al gato, ya que, al paso que vamos, éste no va a poder aguantar mucho más tiempo a la intemperie.