Mieres del Camino,

J. VIVAS

«Ver las auroras boreales fue una de las mejores experiencias de mi vida». Lo afirma Diego Baragaño, estudiante de segundo de Ingeniería de los Recursos Mineros y Energético s en Mieres, tras su paso por el «Polar Ride Universitario», una experiencia que pudo compartir con otros tres compañeros del campus: Adrián Urrusuno, también de Minas, y Fernando Ballesteros y Nelson Díaz, estudiantes de Ingeniería Forestal y del Medio Natural. El «Polar Ride Universitario» es una ruta de cinco días en el Ártico en la que participaron veinte expedicionarios españoles. El caso de los alumnos de Mieres es excepcional porque, además, viajaban con el patrocinio de la Escuela Politécnica de Mieres y la Universidad de Oviedo.

Fue la propia Universidad quien les dio la idea. «Leí la convocatoria en el DUO (Diario de la Universidad de Oviedo) y me llamó la atención lo del Polo Norte y se lo comenté al resto de mis amigos», explica Diego Baragaño. El «Polar Ride Universitario» se celebraba entre el 23 de marzo y el 1 de abril, coincidiendo con las vacaciones de Semana Santa, y los jóvenes se habían enterado de la aventura apenas unos meses antes de esas fechas. «Nuestra idea era dejarlo para el año que viene», apuntó Fernando Ballesteros, quien resaltó que «cambiamos de opinión porque vimos la oportunidad demasiado cerca y nos decidimos». Fernando se encargó de contactar con los organizadores para conocer todos los detalles. «Nos facilitaron mucho la labor, incluso llegaron a subvencionarnos parte de la inscripción porque no podíamos hacer frente a todos los gastos», señaló. De hecho, se calculaba que cada expedicionario debería abonar unos 1.125 euros para sufragar la inscripción, los vuelos, el alojamiento, la comida y la gasolina. Los vehículos no, porque los ponía la organización.

También contactaron con la dirección de la Escuela Politécnica de Mieres. Su directora, Asunción Cámara, «se portó fenomenal, nos ayudó a organizarlo y, además, nos informó sobre unas becas de la propia Universidad que podrían ayudarnos a sufragar parte de la aventura», apuntó Adrián Urrusuno. La Escuela también les cedió unas banderas con su imagen y la de la Universidad a modo de patrocinio. De hecho, su equipo de la «Polar Ride Universitaria» se denominó «Escuela Politécnica de Mieres-Universidad de Oviedo».

La aventura arrancó en Rovaniemi (Finlandia). «La primera parada fue en la aldea de Santa Claus», explicaron. Allí les entregaron un coche que adornaron con las banderas de la Escuela y pasaron la noche en una típica cabaña de madera. Al día siguiente tuvo lugar la primera etapa en coche, de 290 kilómetros, hasta Ivalo (Finlandia). Los mismos kilómetros recorrieron en la segunda etapa, que acabó en Skoganvarre (Noruega), una jornada que fue muy destacada para Diego Baragaño, así como para el resto del grupo, porque pudieron ver las auroras boreales. «Hicimos una excursión por un río completamente congelado con raquetas de nieve y vimos una luz verde en el cielo, pero nos decepcionó un poco al principio», resaltó este estudiante. La sorpresa se la llevaron más tarde: «Cuando estábamos cenando en la cabaña vimos desde la ventana algo que nos llamó la atención y salimos a verlo a la calle sin darnos cuenta de que no llevábamos la ropa térmica, yo iba en chanclas y estábamos a menos cinco grados, pero daba igual, la vista era espectacular, era como si alguien dibujase en el cielo».

La tercera etapa les llevó hasta Honningsvag (Noruega), 189 kilómetros tras los que los expedicionarios tuvieron la oportunidad de pasar unas horas con una familia Sami, indígenas de la zona. Esta experiencia marcó a los estudiantes, pero sobre todo a Nelson Díaz, quien explicó que «fueron muy acogedores con nosotros, nos contaron sus costumbres y nos dieron de comer manjares, como corazón seco de reno, también nos subieron en trineo y nos enseñaron a utilizar el lazo», resaltó.

La última etapa llevaría a los expedicionarios a Cabo Norte para acercarse al Polo. Sin embargo, tras tres intentos sin éxito, la organización decidió dejarlo para la aventura del año que viene. Eso sí, los expedicionarios pudieron disfrutar de una fiesta en el Ártico Ice Bar, creado por el aventurero español José Mijares, poniendo el broche final a una aventura que estos cuatro estudiantes de Mieres esperan volver a vivir dentro de un año.