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Don Quijote en plastilina

Jóvenes lectores participan en la biblioteca de Mieres en un taller para modelar al caballero y a su inseparable Sancho Panza

Participantes en el taller de "Jumping Clay", ayer, en la biblioteca. FERNANDO GEIJO

Don Quijote de la Mancha también en plastilina. La biblioteca Vital Aza de Mieres organizó ayer un taller de modelado en "Jumping Clay" (material similar a la plastilina pero que procura figuras más definidas y consistentes), incluido en el programa del Día del Libro, en el que jóvenes lectores esculpieron la cara del hidalgo caballero y su inseparable escudero, Sancho Panza. En una hora, ya estaban hechas las caras. Los participantes las conservarán siempre y las usarán para adornar el lápiz que usan en clase.

La más madrugadora fue Nahia Fidalgo. Llegó a la biblioteca la primera y con ganas de trabajar: "Yo sé quién es el Quijote, es un hombre que leyó muchos cuentos y se volvió loco", explicó. Minutos después llegó Álvaro César González, todo un experto en la obra de Miguel de Cervantes. Sabe que era "un soñador con muchísima imaginación" y que "luchaba contra molinos porque creía que eran gigantes". Su conocimiento sobre la obra, a sus ocho años, tiene un poco de truco. En Navidad, representó a Sancho Panza en una obra. Su mejor frase, reconoció, fue aquella en la que contradecía al caballero: "Mirándolo así de frente, mirándolo así de lao, yo no veo gigantes. Yo sólo veo molinos".

Gran conocedor de la obra más universal de la literatura española, pero aún le quedan algunos detalles por sobre el autor. Rebeca Gutiérrez, monitora en el taller, le contó uno antes de empezar a trabajar: que este año se conmemora el IV Centenario de la muerte del escritor. "A mí me contaron mucho sobre Cervantes en clase y sé que Don Quijote iba en un caballo", explicó Francisco Serrano, amasando la primera bola de "Jumping Clay".

Esa primera bola se convirtió, minutos más tarde, en la cabeza de Don Quijote. El momento más crítico del taller fue la elaboración de la nariz y las orejas. A algunos, como a Pablo Fernández, les quedaron demasiado grandes. Hubo que hacer unos retoques para acoplar la barba y el sombrero. "Esta actividad es buena para fomentar la creatividad y los reflejos de los participantes", señaló Gutiérrez.

Algunos lo probaron ayer por primera vez, pero otros ya eran expertos. Es el caso de Pablo Vélez, que ya había participado en varios talleres. También Carla Fernández y Nora González, dos amigas inseparables que de mayores quieren ser profesoras de guardería e impartir talleres de "Jumping Clay" entre sus alumnos. La experiencia, en este caso, no fue un grado. Los once "Quijotes" y "Sanchos" quedaron impresionantes.

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