El octogenario G. F. G. es persona de costumbres. Quizás por eso sus vecinos le echaron pronto de menos. El hombre fue rescatado ayer en su domicilio de Moreda de Aller, dos días después de sufrir una caída que le mantuvo inmovilizado. Tiene familia, con la que mantiene un estrecho contacto, pero su caída coincidió con la hospitalización de una hermana. El rescate causó ayer una gran expectación en la localidad y preocupación entre sus amigos.

"Es muy triste cuando pasa algo así, ¿eh?". Dos ancianos, sentados en un banco del Campo de la Iglesia, comentan lo que le ha ocurrido a su amigo. "Él está bien de salud, lo que pasa que ya tiene una edad. Lo mismo que me pasa a mí", afirma Cándido González, uno de los contertulios habituales de G. F. G. Dice que le echó de menos hace ya varios días, "igual desde principios de la semana pasada", pero otro compañero de fatigas interviene: "El domingo lo vi yo", asegura.

El domingo faltó a una de sus costumbres. Cerca de su portal hay una tienda, un bar y una frutería. Todos los festivos sale pronto de casa y echa una mano a los comerciantes: "Si están recogiendo la terraza se para o si la moza del quiosco tiene los periódicos en la puerta, ayuda a recogerlos", afirman sus amigos. Así que fueron los comerciantes del entorno los que avisaron de su ausencia, según la Policía Local.

Una patrulla de la Guardia Civil se personó en el portal de G. F. G. ayer por la mañana, cerca de las nueve y media, sólo unos minutos después de recibir el aviso de la Policía Local. Accedieron a un patio trasero y, desde allí, vieron a través de la ventana que el hombre estaba tendido en el suelo. Intentaron entrar en casa, pero G. F. G. había introducido la llave por dentro y resultó imposible. También lo llamaron, pero no respondió. A las diez menos cuarto, el centro de coordinación de emergencias recibió la llamada de los agentes. Pedían asistencia de los bomberos para entrar en la vivienda.

Un grupo de efectivos de bomberos del Servicio de Emergencias del Principado (Sepa) acudieron desde el parque de Mieres. Ya en el lugar, intentaron sin éxito forzar la puerta. Optaron, finalmente, por romper el cristal y accedieron a la casa a través del patio trasero: "Le tenemos dicho que no puede tener la manía de meter la llave por dentro, pero es que tiene esa costumbre", afirmó un íntimo amigo de G. F. G., que fue compañero suyo en su afición a la caza.

Un hombre de costumbres. Virtud que le pudo salvar ayer la vida. Tras acceder a la vivienda, los bomberos confirmaron que G. F. G. no podía ponerse en pie. El personal sanitario del centro de salud de Moreda hizo una primera valoración del herido. Fue trasladado, con pronóstico reservado, al Hospital Álvarez-Buylla de Mieres.

Las sirenas aún estaban sonando cuando Cándido González llegó, caminando despacio y con la ayuda de su bastón, al Campo de la Iglesia: "Yo vivo con mi mujer, no estoy solo, pero hay mucha gente mayor que ahora no tiene a nadie a quien avisar si se ponen malos", destacó. No es el caso de G. F. G., cuya familia está pendiente de su estado de salud. De hecho, el hijo de su sobrino estuvo presente durante el rescate y luego fue al hospital para acompañarlo. Todo indica que el hombre sufrió una caída repentina, que no le permitió avisar.