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El homenaje anual a las parejas del centro de personas mayores de Mieres

La receta para llegar a las bodas de oro: mucha paciencia, respeto y "cuquilogía"

Cuatro parejas que cumplen 50 años de matrimonio desvelan cómo mantener el amor

Margarita Suárez Tejón, impulsora de la "cuquilogía", besa a Manuel Antonio Lillo. FERNANDO GEIJO

Aquí está la receta para llegar a las bodas de oro: mucha paciencia, respeto y "cuquilogía". Este último término, en nombre del amor, debería estar incluido en el diccionario de la RAE. Lo inventó la allerana Margarita Suárez Tejón, que acaba de llegar a los cincuenta años de feliz matrimonio con Manuel Antonio Lillo Fernández. Significa "ser un poco 'cuquina' y tener psicología". Margarita y Manuel Antonio son una de las cuatro parejas que este año celebraron sus bodas de oro en el centro de personas mayores de Mieres. Las otras tres están formadas por Milagros Cougil y Maximino Farinas; Maite Cabeza y Celso Velasco; María Bravo y Reyes Merallo.

-Lillo, ponte para la foto.

Margarita Suárez Tejón nombra a su marido por el apellido, como hacen todos sus amigos. "Lo más importante es que sea tu compañero para todo, tu mejor amigo además de tu pareja", explica ella. Quien está con ellos, basta con un momento, lo percibe: hay química en esa pareja. Y todo empezó con un "flechazo" en el baile de Felechosa. Ella es de Pola del Pino y él de Collanzo: "Vivíamos cerca pero no nos habíamos visto hasta ese día", asegura él. Y ella añade que Lillo "era el más guapo y el que mejor bailaba, lo elegí en el acto".

A bailar la vida, con lo bueno y lo malo. ¿Y ese dicho tan repetido de no terminar el día enfadados? Ahí está la "cuquilogía": "Este hombre, cuando llega la hora de ir a dormir, siempre hace las paces. Sólo hay que esperar, ¿ves?, ser un poco cuquina y tener mucha psicología. 'Cuquilogía'". Tienen dos hijas, María Isabel y Jave, y dos nietos. "Míralos, como dos pinos", dice el orgulloso abuelo, señalando una foto en la pantalla de su "smartphone".

Entonces no había fotos, pero Maximino Farinas nunca olvidará la primera vez que vio a Milagros Cougil: en el prau del baile de Loredo, debajo de un paraguas. "Llovía a cántaros el día que nos conocimos", recuerda ella riéndose. Dicen que aquel agua, "como cuando un coche nuevo se bendice en Covadonga", consagró su amor para siempre. Trabajaron duro los dos, incluso vivieron por dos años en Suiza, para que en casa no faltara de nada.

"El amor y la paciencia" nunca escasearon. Los dos ingredientes, según esta pareja que no se suelta las manos, para que la vida sea más fácil: "Hay que aguantar más, ahora parece que se aguanta poco. La clave es que las dos partes, hombre y mujer, lleven la misma carga y perdonen con la misma rapidez", señalan. Y atención al "truquillo" de Farinas cuando hay tormenta en casa: "Cuando la veo muy enfadada marcho, voy a dar un paseo. Al volver ya hablamos con tranquilidad". Y los niños, aunque fuente de preocupación y de desvelo, son "la mayor alegría para un matrimonio". Tuvieron dos hijas y, por sorpresa, un chico: "No lo buscamos pero fue una alegría muy grande para los dos. Además yo tenía gana de un guaje, no te voy a engañar", ríe él.

Del matrimonio de María Bravo y Reyes Merallo, nacieron dos niños y una niña. Días felices para una pareja que celebra cincuenta años de matrimonio y toda una vida de amor. Sus padres eran amigos y ya jugaban juntos de pequeños. En la juventud empezaron a mirarse con otros ojos: "A mí él empezó a gustarme mucho", dice ella con una sonrisa. Lo mismo que él, que sintió "algo especial" muy pronto. Aseguran que el amor no es una carrera de velocidad, así que "mucha paciencia". Y hay que sortear los obstáculos siempre en pareja: "Si uno tropieza, el otro le levanta". Posan para la foto, del brazo, junto a una imagen de su boda. El gesto del amor no ha cambiado ni un poco.

Los ojos de Maite Cabeza y Celso Velasco tampoco perdieron brillo en estos cincuenta años de matrimonio. Relatan a medias el día que bailaron por primera vez: "Yo me escapé a 'La Pista' de Mieres, era todavía muy joven". Él ya se había fijado en ella antes, y esperó a cortejarla porque es siete años mayor. Su vida es feliz, "siempre es mejor vivirla en compañía".

Antes de terminar, las parejas coinciden en un apunte: "A cada uno seguro que le funciona una cosa, nosotros decimos lo que nos parece, lo que nos dio resultado. Pero tampoco somos expertos en relaciones". Con cincuenta años de amor en su currículum, algo sabrán.

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