Hace justo ahora 10 años escribí un libro denunciando las graves carencias, cuando no errores, no tanto del darwinismo en su concepción original, como de su versión moderna o neodarwinismo. Como de halagos y parabienes estaremos sobrados en esta celebración, no quería dejar pasar tantas efemérides sin volver sobre un hecho o más bien una actitud tan crucial como sorprendente.

Crucial porque si persistimos en el error no vamos a poder vislumbrar nunca aspectos trascendentales para el conocimiento de la humanidad como es la correcta interpretación de su propia existencia y de sus actos (cada vez más caóticos, por cierto). Es un hecho bien conocido que la ciencia de la Evolución rebasa el aspecto meramente científico y trata de resolver hechos existencialistas y trascendentales como es el mismo origen y destino del hombre y de la vida. El flamante presidente de EE UU ha dicho que en la época Bush (tiempo dorado del moderno creacionismo denominado «Diseño Inteligente») se han llegado a cuestionar los principios científicos de la evolución, lo que entiende como un grave retroceso científico que pretende superar. Los partidarios del «Diseño Inteligente», muchos de ellos científicos, sugieren que tras las leyes naturales visibles existen fuerzas desconocidas que gobiernan y dirigen las anteriores. Es la eterna batalla entre los creyentes en Dios y los creyentes en la materia (llamémosla ciencia o evolución) como Principio de todo lo existente.

Sorprendente, porque asombra que tan renombrados y doctos científicos e investigadores, que son los que están tras este tipo de estudios, aun no hayan detectado tan graves defectos, o carencias, en la actual teoría evolutiva (también llamada Teoría Sintética de la Evolución), impidiendo su propia evolución hacia una segunda Síntesis que muchos ya reclamamos desde hace años.

Las deficiencias del neodarwinismo consisten en el excesivo papel que se le da a la selección natural (la famosa «supervivencia de los más aptos»), así como a la evolución gradual (pequeñas mutaciones que poco a poco van cambiando a las especies), la anulación de la macro-mutación como principio de progreso evolutivo (grandes cambios en la forma de las especies con aparición de nuevas funciones y complejidades), la negación del mismo concepto de progreso (debido a que ese «progreso» se podría relacionar con algún principio «director» que daría a entender la existencia de algún Creador), o al excesivo papel del azar como única explicación de todo lo existente.

Sin ánimo de pretender ser el gran conocedor de los misterios evolutivos, sino tan sólo el relator de los avances de las últimas décadas, cada vez existen menos dudas de que la evolución ha transcurrido de una forma unidireccional, con un incremento constante de la complejidad:

1) Los grandes «avances» evolutivos han transcurrido con adición de genes y adición de células, lo cual nunca puede proceder de la evolución gradual, sino de la macro-mutación. Es el caso del paso de las bacterias (la célula sin núcleo) a los seres superiores (la célula con núcleo) que ya todo el mundo admite que ha transcurrido por simbiosis (una gran «macro-mutación»). Es el caso del paso de los seres unicelulares a los pluricelulares, o es el caso de los invertebrados a los vertebrados, con un enorme aumento de la cantidad de genes y de ADN. En estos momentos resulta absurdo negar la macro-mutación, no se puede negar la genialidad de antiguos mutacionistas, como Richard Goldschmidt, no se puede negar que ésta produce progreso evolutivo y no se puede negar que éste no es más que el incremento de complejidad del sistema nervioso.

2) Nadie puede negar la selección natural, es obvio, pero sólo constituye una parte del proceso evolutivo. Es la que produce adaptación al medio una vez que surge un nuevo «avance evolutivo» y, por tanto, es totalmente contraria a dicho avance porque esa adaptación restringe la adaptabilidad, que es la que mejor garantiza la supervivencia ante grandes cambios ambientales. La biología del desarrollo ha probado hasta la saciedad que los genes se van coadaptando, «envejeciendo» podríamos decir, y restringen la plasticidad evolutiva. La constante dispersión de las especies y su adaptación a ambientes diferentes produce la diversificación de las especies que todos conocemos y que ha dado esa impresión inexacta de que equivale a la propia Evolución con mayúscula. Esa adaptación y diversificación ha llevado y lleva a muchas líneas evolutivas a un callejón sin salida (extinción) o a la eliminación de órganos, apéndices y funciones (parasitismo) y en definitiva a regresiones claras. La macro-mutación actúa preferentemente en líneas evolutivas que aun mantienen plasticidad y capacidad de admisión de nuevos genes o genomas; ésa es la auténtica fuerza impulsora o elan vital de los antiguos creacionistas y esa es la forma en que se «rejuvenecen» las líneas evolutivas impulsándose hacia nuevos horizontes (como ya han demostrado prestigiosos evolucionistas, como Lynn Margulis, la adición de genes y genomas es la auténtica revolución de la nueva teoría evolutiva que está surgiendo). Evolución «por saltos» o evolución «explosiva» con surgimiento (no gradual) de muchas nuevas formas de vida, son fenómenos ya muy conocidos y admitidos, gracias a los trabajos del gran evolucionista Stephen Jay Gould.

3) Para interpretar correctamente el árbol evolutivo hay que admitir que uniendo todos los orígenes de los verdaderos «progresos evolutivos» (los incrementos de complejidad significativos) descubrimos la palabra prohibida: una ortogénesis, es decir, una dirección evolutiva, que -tranquilícense- no tiene por qué ser dirigida por ningún Creador. De momento, sabemos que es una ortogénesis retrospectiva y no tiene por qué ser la ortogénesis futura hacia el Punto Omega que predicara el jesuita evolucionista Teilhard de Chardin. Pero, no por miedo a alguna fuerza impulsora vamos a negar la evidencia. El hecho de que sólo exista una de esas líneas o direcciones desde la primera bacteria hasta los mamíferos más complejos, puede deberse al siguiente mecanismo: cuando surge uno de estos «progresos evolutivos» y resulta viable, se extiende como la pólvora (por selección natural), ocupando todos los nichos ambientales que hasta entonces estaban vacíos. Esa «ola» forma una especie de barrera que impide la aparición de formas similares, dando la impresión de una única dirección. Como ya dijera Darwin con respecto al origen de la vida, cualquier nuevo intento de repetición quedaría abortado de inmediato porque la nueva forma de vida sería depredada por las formas de vida existentes.

La nueva teoría en puertas es evidente y admitida (aunque aun por partes) por muchos científicos, cuyo número aun no alcanza la masa crítica suficiente para dejar atrás las teorías conservadoras. Pero nuestro mensaje de hoy es que deja las puertas abiertas a ? todo: a una evolución al azar, a un Creador, a una ortogénesis casual (retrospectiva), a una ortogénesis dirigida (el punto omega), a la existencia de antiguas fuerzas metafísicas (como el elan vital de Bergson), o a fenómenos complejos y emergentes aun no bien conocidos pero totalmente naturales. Es decir , deja las puertas abiertas al conocimiento, a la investigación y al descubrimiento de nuevos y sorprendentes hechos, que para nada debe suponer dar por vencedor al contrario. Propongo menos pasión por las propias creencias y más respeto por las contrarias, más respeto también a Darwin (en su año) y más puertas abiertas a la auténtica Ciencia.