Quirke está tan familiarizado con los muertos que sólo los vivos le parecen seres extraños. Vive envuelto en una nube alcohólica en ese Dublín de los años cincuenta que Benjamin Black, o sea el novelista irlandés John Banville, evoca de forma oscura y melancólica, con una elegancia en la escritura que el género negro no está acostumbrado a soportar. Vean por ejemplo: «La niebla estaba cargada con el pastoso olor a levadura y lúpulo procedente de la fábrica de cerveza Guinness. Era la media tarde, y lo que quedaba de luz ya había comenzado a atenuarse».

El párrafo anterior pertenece a Elegy for april, la nueva novela sobre Quirke. Llega después de Christine Falls (El secreto de Christine) y The Silver Swan, que en España se tradujo bajo el título El otro nombre de Laura. Se trata, además, de la tercera de la serie que Banville, ganador del premio «Booker», ha escrito bajo seudónimo, todas ellas protagonizadas por un forense de mediana edad, de condición solitaria, al que su pasado atormenta; más inclinado a la bebida que a la felicidad. Si el pasado es para Quirke oscuro, el presente arrastra el desorden en una Irlanda católica donde los sepulcros blanqueados se llaman jueces, políticos, periodistas o terapeutas. Esta vez, una joven, April Latimer, amiga de la hija del patólogo, ha desaparecido y nadie de los que la conocen saben por qué o por dónde se ha ido. April procede de una familia respetada, hermana de un famoso ginecólogo, hija de un patriota revolucionario y sobrina del ministro de Salud. Su reputación, sin embargo, no deja demasiado que desear.

No hace falta ser un ávido lector del género negro para seguir en Elegy for April las huellas de Ross Macdonald, Raymond Chandler, incluso de Georges Simenon, grandes escritores de un tiempo en el que Benjamin Black se siente a gusto o ha decidido situarse para seguir la estela grave aunque más relajada de la literatura que firma como John Banville. Profundo y deslumbrante en las descripciones, los resultados estilísticos de Black no son menos sorprendentes que los que suscribe con el nombre con el que fue registrado al nacer hace estos días 65 años en Wexford. Cuando la prosa en inglés languidece siempre surge un irlandés -escribió Cyril Connolly- dispuesto a hacerla revivir. En Elegy for April hay cosas del Simenon más melancólico, pero también se pueden escuchar como música de fondo a Joyce o a Flann O'Brien. Irlanda es un pequeño país donde los hombres saben como nadie mentirse a sí mismos; de manera que los buenos escritores proliferan como los hongos.

Benjamin Black, como Chandler, sabe dónde encontrar la poesía en el color local, en las pequeñas descripciones y en los retratos de los seres desolados, perdedores de un juego que otros amañan para tener ventaja. «Ella se sentía más confundida que nunca, mientras estaba sentada con él y él le hablaba, pensaba que entendía más allá de sus palabras, lo que estaba diciendo, pero ahora se daba cuenta de que no había entendido nada». Elegy for April está llena de tristeza. Dublín es, como piensa Quirke, una de las ciudades más grandes del mundo para beber, cuando vuelve a ella desde la clínica religiosa de secado a una nueva inmersión en el barril. No le resulta difícil: sólo hay que saber mantenerse despierto en medio del olor a turba, en las sombras y sin que tiemble en la mano el vaso de Black Bush.

Si hay algo que merece la pena admirar en un escritor de ficción es la piel de sus personajes. Que estos sean de carne y hueso para que las novelas sucedan al mismo tiempo en su mente y en el mundo que los rodea. Quirke es uno de esos hallazgos de la literatura: en él hay un camino de ida, desde los ideales del principio a la transformación final que sobreviene por las cosas que le afectan, todas esas autopsias relacionadas con aspectos de la vida irlandesa, pública y privada.

En El otro nombre de Laura, Quirke actúa arrepentido por la curiosidad que lo llevó a desentrañar el caso anterior y la repercusión que éste tuvo en su entorno social y familiar. Así todo es incapaz de sustraerse de hurgar, tras pedirle un antiguo compañero de colegio que se abstenga de realizar la autopsia al cadáver de su esposa recientemente fallecida, una pelirroja casquivana, de nombre Deirdre Hunt, apodada Laura Swan, y gerente de un salón de belleza. En Elegy for April, siguiendo los pasos de una desaparecida y las conexiones de una familia, llega a la conclusión de que la ley sólo existe allí donde se compra. De ahí, en buena medida, la tristeza.