A mediados del siglo XIX llegó al concejo quirosano un grupo de investigadores mineros bajo la dirección de Gabriel Heim. Las prospecciones fueron positivas. Fueron el germen de un desarrollo industrial y minero que se extendió en la vida del concejo durante casi siglo y medio. Un aluvión de profesionales, mineros y siderúrgicos, llegó para hacerse cargo de minas y altos hornos. Al calor de este auge llegaron gentes de diversas partes de España para aprovecharse del dinero que circulaba. Montaron muchos negocios de todo tipo. Los pobres también se acercaron a este lugar en busca de alguna migaja de ese pastel. Quirós no fue California con la «fiebre del oro», pero ejerció gran atracción durante unas décadas para propios y extraños.

La compañía minera Chauviteau llegó a Quirós, pasada la mitad del siglo XIX. Comenzaron a realizar prospecciones, mediciones y calicatas por los montes del concejo. La sorpresa de los quirosanos tuvo que ser grande. Aquellos extranjeros midiendo y haciendo mapas por Quirós fueron tema de conversación para la mayoría de los oriundos del concejo.

Jovellanos relata que en Quirós había minas de carbón de piedra. Los ferreros usaban el carbón vegetal para sus fraguas. No había cocinas de carbón, todo el mundo «tizaba en suelu». La leña era el combustible para los hornos de pan y los fuegos de cocinar. Nadie en Quirós podía imaginarse que bajo las tierras y bosques hubiera escondida tanta riqueza en forma de mineral. Muchas capas de carbón y hierro fueron encontradas por los ingenieros franceses. Gabriel Heim era el máximo exponente de aquellos investigadores de minerales. Con los datos obtenidos, Heim elaboró un informe que publicó en 1860 destacando la gran importancia de la cuenca carbonera de Quirós. Sobrevaloró las cantidades de mineral y sus previsiones fueron exageradas.

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