La historia se repite siempre dos veces, primero como tragedia y después como farsa. Así corrigió Marx en el Dieciocho de Brumario de Luis Bonarparte, el dictum hegeliano de la repetición de la historia. Y finalmente fue Herbert Marcuse en un prólogo a una edición de esa obra marxiana quien lo precisó: sin duda, la historia se repite como farsa, pero a veces tal farsa es más terrorífica que la tragedia original. Este es el sentido que tiene el título del último libro del conocido filósofo esloveno Slavoj Zizek, Primero como tragedia, después como farsa (Akal, 2011). Primero fue la tragedia: la utopía política de la democracia liberal universal que Fukuyama definió como el «fin de la historia» tras la caída del socialismo realmente existente, se vino abajo estrepitosamente y trágicamente con el acontecimiento del «11 S». Después siguió la farsa: la crisis financiera de 2008 originada en la crisis económica del capitalismo global puso al descubierto la farsa del capitalismo con rostro humano para la «eternidad» que nos vaticinó la utopía económica liberal. Y desde luego hay que reconocer con Marcuse que la farsa en este caso tiene un alcance todavía más terrorífico que la tragedia.

Este título responde perfectamente al contenido y la tesis central del libro. Zizek analiza primero la crítica situación económica actual desde la perspectiva de la enmascaradora ideología del capitalismo global que ha conseguido naturalizar el sistema capitalista y está en el origen de la crisis y las percepciones y reacciones que ha habido ante ella. Y destaca que, si no reacciona adecuadamente, la principal víctima de la crisis va a ser paradójicamente la propia izquierda por no haber sabido responder a tal situación crítica con una alternativa global para darle solución. Después entra en el verdadero meollo del libro que consiste en un lúcido y profundo y a la vez -como nos tiene acostumbrados- brillante y hasta agudo análisis de la posibilidad del comunismo como única verdadera y definitiva solución a la crisis del capitalismo global.

La tesis que defiende el filósofo eslavo es que en esta nueva situación el comunismo debe ser reinventado para dar respuesta a las nuevas contradicciones que el capitalismo global ha creado, contradicciones y antagonismos que, de no ponerles remedio, conducirán, según el autor, a una situación verdaderamente apocalíptica para la humanidad. Para ello, es necesario partir desde cero (aunque siempre dentro de la tradición marxiana) dejando a un lado el proceso revolucionario izquierdista de los dos siglos anteriores y entender los actuales antagonismos creados por el capitalismo globalizado como los determinantes de la necesidad de hacer realidad el comunismo si queremos cambiar el negro futuro que nos amenaza.

Esos nuevos antagonismos surgidos de este nuevo capitalismo globalizado neoliberal, cultural o cognitivo (con todos esos adjetivos ha sido calificado) son el resultado de un creciente proceso de privatización y mercantilización de lo que es común a nuestro ser social: lo común de la naturaleza externa o medio natural, provocando con su sobreexplotación mercantilizada la amenaza de una catástrofe ecológica; lo común de la naturaleza interna del hombre con el control privado de las técnicas que manipulan la herencia biogenética de la humanidad y convierten en posible futuro real la modificación artificial y mercantilización de la propia naturaleza humana; lo común de la cultura con la privatización de la creación cultural, que hoy, con los actuales medios de comunicación interactivos, ya no es creación individual, sino colectiva, parte de lo «común» y no puede, por ello, en sentido estricto considerarse propiedad privada. Y la cuarta y cualitativamente más importante contradicción es la de los incluidos y excluidos del espacio socio- político. Antagonismo este sin cuya eliminación no podrán de verdad y radicalmente solucionarse los otros tres: el nuevo sistema de producción capitalista altamente tecnificado cada vez necesita menos trabajadores y más cualificados dejando a la mayoría fuera del mercado de trabajo en situación de exclusión, del mismo modo que la democracia representativa que le ha acompañado excluye de hecho (no formalmente) a la mayoría de la participación política. Sin duda, con un régimen de capitalismo autoritario o de socialismo de Estado esos problemas se podrían paliar (convertir la crisis ecológica en un problema de desarrollo sostenible, legislar para ampliar los derechos de autor o transformar la biogenética en un tema ético). Pero sólo en el marco del comunismo, sin propiedad privada o estatal, podrían ser solucionados radicalmente.

Así, pues, proletario ya no es la persona de otras etapas del capitalismo que trabaja con los medios de producción de los capitalistas y es sometido a explotación a través de su salario, sino que ahora prácticamente «proletarios» (en el sentido de despojarnos de nuestra propia naturaleza) somos casi todos por una u otra de las contradicciones mencionadas o por todas a la vez. Y sólo el comunismo con el establecimiento de la igualdad individual universal y el derecho de todos y cada uno al uso de los bienes comunes podría poner fin de manera definitiva las otras tres contradicciones.

En fin, para quienes no conozcan las teorías postmarxistas sobre el actual capitalismo global, este libro es, sin duda, una buena introducción, porque Zizek lo ha confeccionado dialogando (para aceptar o rebatir) con esos pensadores anticapitalistas (Negri y Hardt, Badiou, Rancière?), además de utilizar con gran soltura para su argumentación teórica el pensamiento de los grandes filósofos de la historia como Kant y Hegel, sobre todo. Pero también para un lector que vaya a acceder a nuestro filósofo por primera vez, éste es, dentro de su ya extensa obra, un libro adecuado, porque en sus páginas aparece Zizek en estado puro: su intento de integración del pensamiento marxista con el del psicoanálisis de Lacan (aunque quizás éste sea hasta ahora el menos lacananiano de los suyos), su profundo conocimiento y manejo del pensamiento de los grandes filósofos de la historia, pero también sus continuas referencias a la cultura popular, sobre todo, al cine y la ilustración de sus tesis con sus continuas referencias a anécdotas, la prensa o acontecimientos y episodios de actualidad, demostrando, como lo prueba este libro, que la profundidad de pensamiento no tiene por qué estar reñida con la claridad de exposición y la facilidad de lectura. Pero, sobre todo, su capacidad para hacernos reflexionar y pensar críticamente, como también consigue hacerlo con este libro.