El pasado viernes, la Sociedad Filarmónica de Oviedo, con ciento ocho años de historia, alcanzaba su concierto 1.900, ¡casi nada! Una cifra impresionante de espectáculos organizados en su larga andadura desde su fundación en los albores del siglo XX. Este recorrido de la entidad musical es de una longevidad asombrosa y está íntimamente ligado a la historia de la ciudad y sus avatares. Ha vivido sus penurias y momentos de opulencia, pero, en más de un siglo, hay un elemento común que la caracteriza: la fidelidad de los socios que, a día de hoy, aún se cuentan por centenares.

¿Cuántas instituciones culturales en la ciudad pueden exhibir una vitalidad semejante? La Filarmónica, además, ha sido pieza clave en la formación musical de varias generaciones de ovetenses y, con el paso del tiempo, se ha convertido en un elemento patrimonial esencial de la capital. No es casualidad el apego a la música que se aprecia en la ciudad y que lleva a convertir a Oviedo en uno de los epicentros de la élite musical española. Y todo ello pese al desdén de la mayoría de los medios de comunicación incapaces de valorar como es debido los procesos culturales sostenidos con seriedad y eficacia. Sirva de ejemplo el simbólico concierto 1.900 que, no por azar, protagonizó la orquesta de la ciudad, "Oviedo Filarmonía". Apenas se pudo leer una previa al mismo, ni fue reseñado el acontecimiento, como es debido, en ningún medio.

De todas formas, ante la indolencia informativa de la cultura musical que se observa en la ciudad, los propios aficionados van poco a poco autogestionándose a través de las redes sociales, a las que la propia Filarmónica se acaba de unir con página web y Facebook, y al margen de la prensa. Diferentes blogs y páginas completan la oferta informativa que permite a los melómanos información sobre los artistas previa a cada actuación. ¿Cuánto tiempo hace que no se lee en la prensa asturiana un perfil de un músico invitado a la ciudad? Artistas como Evegny Kissin o Maria João Pires se despachan con unas líneas a modo de presentación o muchos de los invitados de primer rango que acuden a trabajar con nuestras formaciones sinfónicas apenas se citan. Por eso tiene aún más valor la lucha por mantener en pie las entidades que fomentan la actividad musical de manera callada y sin grandes alardes. En este sentido, la labor que ha desarrollado y desarrolla Jaime Álvarez-Buylla en la Sociedad Filarmónica ha sido fundamental para mantener el legado e ir preparando el camino para los nuevos retos que la sociedad ha de afrontar de cara al futuro, entre ellos el relevo generacional del público.

La Filarmónica tiene tras de sí el aval de la historia, de un trabajo bien hecho, y de la fidelidad del público inaudita -hay socios que siguen pagando rigurosamente las cuotas aunque no puedan asistir a los conciertos-. Esa generosidad no se encuentra de forma usual y habla por sí sola del significado que tiene la institución entre los ovetenses. El camino del Oviedo musical ha de venir por la suma de factores, la confluencia y el acuerdo institucional para conseguir la consolidación de un proyecto común. Ahí la despistada prensa también tiene un papel que cumplir y sería conveniente que supiese estar a la altura. Y en ese futuro la Sociedad Filarmónica ha de ser uno de sus ejes indiscutibles.