Si el costumbrismo se define como la "atención que se presta al retrato de las costumbres típicas de un país o región", cabría hablar y se ha hablado de "costumbrismo sociológico" cuando se retrata lo típico de una clase social en una época determinada de un país determinado. Por ahí he visto que va la novela de Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) por mucho que queramos ver más allá (ecos faulknerianos o behavioristas, qué sé yo) o deseemos ver más allá. La nueva o, mejor, joven narrativa española o bien vuelve al intimismo (no, no he escrito "onanismo", y no por falta de ganas), o bien camina hacia el vacuo e inútil "nocillismo", o bien regresa hacia un galdosianismo descriptivo que, mucho me temo, nadie exageraría si compara con los guiones del exitoso programa televisivo "Cuéntame". Las excepciones parecen contarse con los dedos de una mano o acaso con los dedos de una oreja.

Daniel Gascón quiere contar la historia de su familia sin emitir juicio alguno. Describir, pintar a brochazos breves, acumular datos. De ahí que El entresuelo pueda comenzar a leerse por cualquier página, volver atrás o saltar adelante, cerrarla por cualquier sitio. El narrador es una cámara que mira y, a la vez, una grabadora que registra a abuelos, tíos, primos y demás familia. No hay progreso ni tensión (no se busca tampoco): hay contar y contar acumulando, insisto, no seleccionando. Datos: "Tuvieron hijos: Carmen, que nació el 31 de diciembre de 1958; Isabel (Isa), que nació el 25 de febrero de 1961; Francisco José (Paco), que nació el 4 de junio de 1962,y María de los Ángeles (María Angeles), que nació el 2 de agosto de 1966". Brochazos breves (que se presentan al lector en forma de párrafos numerados): "1) Era una familia católica. Mi abuela iba a misa todas las mañanas, a la parroquia del Corazón de María. Los domingos iba toda la familia. Los hijos de mis abuelos pertenecieron a las organizaciones de la parroquia. Las dos hijas mayores fue¬ron a colegios de monjas. Mi tío quiso ser cura en una época. 2) Muchas de las fotos de la familia son de celebraciones religiosas. 3) De niño, alguna vez fui a misa con mis abuelos. Lo que más recuerdo es el momento de darse la paz. También que mis abuelos caminaban hacia la iglesia con los brazos entrelazados, como muchas parejas mayores. Me parecía una postura incomodísima. A mi novia le gusta". Materiales sin pulir: "3) No teníamos teléfono en casa y algunas noches mi ma¬dre llamaba a mis abuelos desde una cabina. Tampoco teníamos televisor. Los sábados, en casa de mis abuelos, jugábamos a desmontar el sofá y veíamos dibujos animados y películas. King Kong me dio pesadillas. 4) Los fines de semana, mi abuelo me compraba coches de juguete o paquetes de plastilina en el quiosco. Hacía animales con la plastilina. Le pedía lobos pero lo que más le gustaba era hacer cerdos. Lo último que ponía era el rabo. Se quejaba de que la plastilina olía fatal, pero un médico le dijo que ese ejercicio era bueno para su artritis". Y, por qué no, chistes, chistes tal cual: "Eran el cura del pueblo y el obispo que lo visita. Están en la casa del cura, y una chica, la criada del cura, limpia las habitacio¬nes. "¿Qué le parece el pueblo, señor obispo?", dice el cura. "Buen pueblo, buen pueblo", dice el obispo. "¿Qué le parece la casa, señor obispo?" "Buena casa, buena casa." "¿Qué le parece la cria¬da, señor obispo?", pregunta el cura. "Buena chica, buena chica", responde el obispo. "No le he tocado ni un pelo", dice el cura. "Buena puntería, buena puntería"".

Quien guste de saber cómo era el Aragón de clase media baja a lo largo del XX, aquí tiene los ladrillos para construir una historia. Que Gascón no haya querido construir una historia y se haya conformado con enladrillarnos a datos es su elección.