Oviedo, Á. FAES

Era la presentación del libro de Jorge Egocheaga, pero tornó en un homenaje a Iñaki Ochoa de Olza, fallecido la semana pasada en el Annapurna. El 1 de abril escribió desde el campo base de la montaña nepalí un prólogo para el tomo que iba a publicar el montañero y médico ovetense. «Decir que soy hermano y amigo de Jorge Egocheaga es un privilegio, una suerte y un honor, que sólo espero no acaben nunca. Es mi deseo que los vientos de los Himalayas y los dioses le sean siempre propicios y, si no es mucho pedir, que nuestros caminos se crucen en otras mil ocasiones. Salud y amor, hermano», finalizaba el texto. El deseo del montañero vasco no se cumplirá. Un edema cerebral a más de 7.000 metros le dejó en el Annapurna. Iñaki no pudo acompañar a su alma gemela en la presentación de «Ocho cumbres para un sueño», el libro que recoge las ascensiones de Egocheaga a los techos de cada uno de los cinco continentes, las dos zonas polares y una octava cima que, de propina, subió en Oceanía.

Everest (Nepal, 8.848 metros); Pirámide de Carstensz (Nueva Guinea, 4.884 metros); Aconcagua (Argentina, 6.962 metros); Kilimanjaro (Tanzania, 5.895 metros); Kosciuszko (Australia, 2.228 metros); McKinley (Círculo Polar Ártico, 6.194 metros); Vinson (Antártida, 4.892 metros). La historia de las ocho cumbres y la intervención de Egocheaga en cada una de ellas es el objeto del volumen que ayer se presentó en un abarrotado salón de actos del Centro Cultural Cajastur, con César Claverol, director de relaciones institucionales y asuntos sociales de Cajastur en el papel de maestro de ceremonias.

«No es un libro de alpinismo ni de gestas, sino de gentes, vivencias y paisajes», dice Egocheaga, que, con el proyecto «Siete cumbres» (que al final fueron ocho) asegura haber cumplido «un ciclo existencial». El médico y montañero mostró su especial forma de entender la montaña. «No se conquistan, se dejan subir», dijo en la presentación de un libro revestido de un sentido matiz luctuoso. Al prólogo póstumo de Ochoa de Olza se añade la dedicatoria del autor. «A Nancy Silvestrini y a Jorge Buenaga pues, aunque ya no estáis aquí en presencia física, me seguís enseñando a vivir todos los días. Gracias por haber estado, gracias por estar». Fallecieron en 2003 en una expedición al Gasherbrum II, en el Himalaya, en la que estaba Egocheaga. Las referencias a Iñaki Ochoa fueron constantes. «Nuestro traje fue la austeridad» y explicó a la emocionada audiencia cómo había quienes «nos tachaban de cutres» y no entendían que «necesitábamos muy poco para vivir pequeños pero intensos momentos de enorme felicidad». Terminó Egocheaga y, por tercera vez en la tarde, una sentida y cerrada ovación llenó el salón. Igual que al terminar el minuto de silencio que abrió el acto.