Te fuiste hace un año. Te fuiste y todo cambió. La luz lleva otro tono en los días de lluvia; el sol luce espléndido en las tardes de domingo y fútbol que tanto te gustaban porque ha sumado en intensidad; el mar -tu mar- pasa de la calma a la marejada sin avisar, como nuestras almas, una tormenta de sentimientos que buscan y encuentran en ti la serenidad. Echamos de menos todo: los cafés cortos en la taza, largos en conversación, ideas e ilusiones que tratábamos de hacer realidad; tus palabras, que nos hacían sentirnos auténticas princesas de cuento -la reina era mamá-; la música, siempre ha habido bandas sonoras en nuestras vidas a tu lado; los paseos llenos de risas y abrazos -sólo nos quedó pendiente uno por la playa de San Lorenzo, pero te prometo que algún día lo daremos entre las nubes...

Necesitamos abrazarte de nuevo, y escuchar tu risa sincera, y sentir tu amor, del puro, del verdadero. En esos momentos cerramos los ojos para imaginarte y recordar que algún día volveremos a encontrarnos.

Te echamos tanto de menos que la herida no logra cerrarse, pero el mero hecho de pensar en ti, de revivir algunos de los mejores momentos de nuestra vida, hace este paseo -así lo llaman- más llevadero ante la adversidad; más profundo en lo momentos felices. Te fuiste, papá, pero sólo físicamente. Nos acompañas cada día, en cada acción, cada palabra, cada emoción. Somos tan afortunadas de ser tuyas y de llevarte dentro que cada mañana y cada luna tenemos que mirar al cielo y dar gracias.

Todo lo has hecho bien. Te fuiste, pero lo hiciste para protegernos. Te fuiste, pero nos regalaste a Marina. Paradojas de la vida, cosas del destino, designios de Dios. Su pequeño-gran corazón late con tu intensidad; lleva tu mirada serena; ha heredado tu valentía ante la vida, siempre agradecida a cualquier gesto, siempre feliz «porque eres bella desde el pie hasta el alma» -como decía el gran Benedetti-. Sabemos y sentimos que nos has enviado toda tu fuerza desde tu sitio privilegiado para hacer posible el regalo de estrecharla cada día en nuestros brazos. Y seguir sonriendo a pesar de las circunstancias vividas.

Dejaste más de ti antes de irte -sólo físicamente, papá-. José lleva tu carácter sociable y espontáneo; Juan, tu dulzura y prudencia; Jimena, tu sonrisa eterna y vitalidad. Mamá es tu continuidad; nosotras... nosotras intentamos seguirte.

«No lloréis si me amáis...», leyó María hace un año. Papá, danos tiempo. Pídenos que luchemos y seamos fuertes, y felices, como tú. Pero las lágrimas, las físicas y las del alma, son irremediables. No queremos dejar de llorar, ni de reír, cuando pensemos en ti. Eso nos hace sentir que estamos a tu lado.

Quererte es poco. Te amamos, papá. Con el enamoramiento de quien sabe que mira y admira a un alma grande como la tuya.

Hasta mañana. Sólo y simplemente, hasta mañana.