Oviedo, Á. FAES

Llevaba el Barça mucho tiempo remando a favor de corriente, tanto que había olvidado la cara de la derrota. El pleno de títulos del año pasado subió al grupo azulgrana a los cielos del fútbol y los cantores de gesta comenzaron a susurrar piropos a los oídos de todo el que quisiera escucharlos. Guardiola, señalado seguramente con razón como el mejor entrenador del momento, se convirtió a los ojos de los cronistas en todo un caballero, adalid del juego limpio, un tipo con la boca sellada para los árbitros? hasta que la Meseta apareció en su discurso cuando empezó a torcerse la cosa. La final del Bernabeu dejó de ser un sueño el miércoles. Estrellados contra el muro de Mourinho, en los chicos de Pep anidó la impotencia durante 90 minutos frustrantes. Y en otro par de ellos nefastos el club ensució su imagen y se olvidó de todo su «seny» con dos de gestos indignos de una entidad que lleva a UNICEF en su camiseta. Abrir los aspersores para incordiar en la celebración del Inter y ver a Víctor Valdés placar a Mou para evitar lo inevitable -el festejo de un triunfo- tiran por los suelos gran parte del trabajo hecho.

Del portero que pretende convencer a Del Bosque para que le lleve a Sudáfrica no se ha sabido nada. Falta la explicación de Valdés al arrebato que le llevó a recorrer medio campo para tapar la boca al técnico rival, intentar bajarle los brazos y tratar de secuestrar una celebración imposible de censurar.

Mourinho, apodado con desprecio «el traductor» por su etapa en Barcelona como ayudante de Robson, llevó toda su arrogancia desde el banquillo hasta el centro del campo. Con el brazo en alto señaló al tercer graderío. Allí estaba su gente, alegría desbordada por el aguante heroico frente a los que salen al campo con la etiqueta de mejor equipo del mundo.

Y Valdés quería cortar aquella afrenta olvidando que sólo hace unas jornadas pudo retozar a sus anchas en el centro del Bernabeu tras ganarle claramente al Madrid.

Entre Valdés y el riego quisieron enfriar la fiesta interista. No lo lograron.

Ahora, con bastante retardo, el club ofrece una explicación extravagante. La da uno de los directores generales, Joan Oliver. Y aporta un dato hasta hora desconocido: «Un aficionado del Inter hirió con un petardo en el pie a un guardia de seguridad. El ambiente estaba muy caliente y se encendieron los aspersores para evitar más tensión». Y de seguido reconoce lo desacertado de la situación: «La imagen que se genera no es la que debemos ofrecer. No fue una decisión acertada, pero se produjo en una situación difícil». Pero antes de la disculpa había venido la broma, la risotada ante la ocurrencia. Vino a decir que a los futbolistas del Inter les había venido bien la ducha porque estarían sudados después del partido. Y Xavi señaló que quizá quisieron evitar la invasión del campo por los «tifosi» del Inter. Le faltó un detalle: estaban en la tercera gradería y difícilmente habrían sobrevivido al salto. En el Bernabeu no hará falta conectar los aspersores para evitar que el Barça celebre el título.