Lo mejor del fin de semana en el circuito de Montmeló para Fernando Alonso y Ferrari ha sido el resultado. Por un lado, porque era impensable un segundo puesto a falta de doce vueltas, momento en el que Vettel comenzó a sufrir los ya habituales problemas de frenos en su Red Bull. Por otro, porque el asturiano fue el que más puntos consiguió entre los pilotos que se disputan, con permiso de Webber tras su exhibición del domingo, el título mundial.

Fernando Alonso deseaba que la primera cita europea de este año se celebrara en condiciones normales, sin lluvia, para comprobar la verdadera situación de su F10 y del resto de monoplazas. Las impresiones recibidas el sábado en la clasificación y el domingo en la carrera antes de que Vettel y Hamilton le brindaran en bandeja la segunda posición no fueron muy positivas. Las tres carreras celebradas hasta ahora en seco fueron dominadas por los Red Bull. Cierto es que la primera de ellas la ganó el asturiano, pero para ello necesitó, como en Barcelona, que Vettel sufriera alguna avería.

Pero analicemos con un poco más de detalle lo que han cambiado las cosas desde Bahrein hasta ahora. En Shakir el F10 mantuvo durante buena parte del Gran Premio el ritmo del Red Bull que lideraba la prueba, mientras que en Montmeló, Alonso finalizó a más de veinte segundos de Webber. Si analizamos ahora los tiempos en los entrenamientos no alterados por la lluvia, Alonso siempre había calificado justo por detrás de los intratables monoplazas austriacos. Sin embargo, el pasado sábado el McLaren de Hamilton se coló entre ellos y el asturiano. Poco a poco esta escudería inglesa va solucionado sus problemas con los tiempos a una vuelta.

Olvidémonos de Mercedes, que, pese a las mejoras anunciadas para este pasado fin de semana, no se acerca a los tres equipos ganadores. De estos -Red Bull, Ferrari y McLaren-, ha sido el F10 el que menos ha evolucionado en lo que llevamos de Mundial. Más aún, pese a ir tercera en la clasificación de constructores, me atrevo a decir que ha sido Red Bull la escudería que más ha progresado. Meter un segundo a una vuelta y 24 en carrera como en Montmeló a sus rivales lo certifican. Les falta por depurar ciertos detalles menores que les han hecho perder valiosos puntos, pero no cabe duda de que Adrian Newey -el máximo responsable técnico del equipo- está siendo el hombre más determinante de todos los que, pilotos incluidos, se desplazan por los circuitos. Lo bueno de los diseños de este ingeniero es que no lo fía todo a un elemento o artilugio revolucionario como fue el difusor hace un año o el «conducto F» éste. De hecho, Newey ha ignorado este tipo de soluciones. Nunca se ha preocupado en exceso por disponer de ellas ya que no dejan de ser pan para hoy y hambre para mañana. Tarde o temprano (más bien temprano) acaban siendo copiadas por el resto de escuderías. El británico trabaja a más largo plazo y lleva dos años poniendo en parrilla el monoplaza más equilibrado de todos y al que el resto de ingenieros miran con cara de circunstancias sin saber dónde esconde el secreto (estabilidad, suspensiones...) de su endiablada eficacia. Pero en realidad no hay otro secreto que ser fiel a sí mismo y trabajar ajeno a lo que inventen los demás.

Cinco Grandes Premios y cuatro ganadores diferentes. Al doblete inicial de Ferrari respondió en Malasia Red Bull con el suyo y, para no quedar atrás, McLaren hizo lo propio en China. Hacía muchos años que el Mundial no comenzaba tan apretado. No se puede pedir más alternancia pese a que la carrera del domingo fue un tanto aburrida. Jenson Button y Fernando Alonso comandan la clasificación por haber sido los más regulares dentro de la irregularidad general. Lo hacen por ser expertos en finalizar carreras, pero puede llegar un momento que ello no sea suficiente. En el caso concreto del asturiano necesita que Ferrari siga el ritmo de mejoras que marcan las escuderías -Red Bull y McLaren- con las que se jugará este Mundial.