Gijón, Rubén DÍAZ

A las once y media de la mañana, el sol cae a plomo desde un cielo azul inmaculado sobre las cabezas de los niños del primer turno del campus de Mareo. Un grupo realiza con una disciplina que conmueve unos ejercicios de conducción de balón sobre los campos de hierba sintética de última generación.

Cuando terminan, Jorge Rodríguez Landeta, de 8 años, se acerca al periodista y le cuenta que juega en el equipo de la Escuela de Mareo y que repite experiencia en el campus: «Ya vine el año pasado, me lo pasé muy bien y me valió para hacer más amigos».

Pero, además, Jorge recita de memoria, como si fuera la lista de los reyes godos, todo lo que aprendió con el esférico: «A hacer toques de habilidad, a hacer jugadas, a darme la vuelta protegiendo el balón para que no me lo quiten...».

Mientras habla, a su lado está, prestándole mucha atención, un novato. Se trata de Íñigo Villaldea Eraña. «Juego en el Xeitosa, de mediocentro, y lo que más me gusta es dar pases de gol. Pero también me encanta aprender nuevas cosas y hacer amigos».

Cuando se le pregunta quién le animó a apuntarse al campus de Mareo, Íñigo desvela sus genes de deportista de élite: «Me trajeron mis padres; mi padre es Chechu Villaldea y mi abuelo, que es Juan Eraña, jugó en el Sporting, pero también jugó mi tío, que es Íñaki Eraña». Parece claro que por las venas del pequeño Íñigo corre sangre rojiblanca a borbotones.

Pero si Íñigo es rojiblanco por tradición familiar, lo de Matías Fernández Méndez, de 11 años, tiene mayor mérito. Es sportinguista de corazón en territorio comanche. «Soy muy del Sporting, aunque sea de Oviedo; bueno, eso sí, también me gusta muchísimo el Barça», puntualiza este pequeño futbolista del Masaveu que está muy seguro de lo que quiere aprender en el campus: «Mejorar mi técnica individual, mis disparos a puerta, mis regates; quiero ser mejor jugador».

Cinco años mayores que Matías son Íñigo Estefanel y Alberto Mantecón. Ninguno de los dos es asturiano. Íñigo es de Alcobendas y llevaba tanto tiempo escuchando hablar bien del campus de Mareo que al final se decidió a venir «en tren» (bromea). Íñigo, al que a primera vista le acompaña su buena planta para ser futbolista, desvela que «juego de mediapunta y quiero que me enseñen a moverme mejor en las cercanías del área y algunos trucos para poder ser más peligroso».

Su compañero de grupo, Alberto Mantecón, es de Torrelavega y se ha animado a participar en el campus porque «el Sporting es un buen equipo y sus instalaciones están fenomenal». Comparte con Íñigo su posición en el terreno de juego: también actúa de enganche. «Es una posición muy complicada porque tienes que dar el último pase, así que espero aprender la técnica necesaria para mejorar».

«Todos a beber bien», grita un técnico. Falta les hace; sus rostros, más que sonrosados, delatan el calor que están soportando.