Este José Mourinho y de las Alas Pumariño tiene carácter. Su saludo a Gregorio Manzano, entrenador del Sevilla, antes del partido de anteayer tuvo la misma frialdad que le dedicó Vicente del Bosque a Florentino Pérez en el Congreso cuando el presidente blanco se dirigió al ahora seleccionador triunfal para estrecharle la mano. Del Bosque permaneció sentado y dirigió una mirada gélida a quien lo licenciara de toda una vida en el Real Madrid. Manzano es nuestro nuevo y particular Ojo de lince porque él, desde el banquillo, vio que el balón de Luis Fabiano había sido gol. Hoy, después de mil repeticiones, nadie es capaz de resolver la duda. Manzano no la tuvo. Como no la tuvieron los dos recogepelotas que, raudos y veloces, corrieron a retirar las botellas con las que fue agredido Iker Casillas desde las alturas del estadio. El portero campeón del mundo, el decisivo guardameta que paró el penalti a Chile y aquellos balones a Robben en la final sale dolorido de los campos que ovacionan a otros campeones. Es el tributo de jugar en el Madrid, el enemigo a batir en todas partes. Pero Cristiano ha sentenciado, que sigan pintándose la cara.

El miércoles que viene se da la vuelta a las eliminatorias coperas. A las diez de la noche jugarán los de las caras pintadas, que lo mismo viajan con el rabo entre las piernas que van con ansias de repetir la batalla de las Termópilas. Dos horas antes, el trámite de Almería donde los locales se despedirán de la competición para aplicarse en la permanencia, objetivo que no se puede tapar con una semifinal de más o de menos.

Mientras, las idas y venidas y los dimes y diretes no cesan, damas y caballeros, señoras y señores diputados. El presidente cántabro, el señor Revilla, no ve claro lo del indio y dice que él que no vende sus acciones del Racing. Si no lo ve claro el presidente, a ver cómo lo verá el pueblo llano. Son los misterios de esas operaciones que de vez en cuando aparecen en el fútbol y en sus aledaños. En Santander están escaldados desde la experiencia del tal Pitterman, del que, por cierto, nunca más se supo.

Por estos pagos, la incógnita abierta sobre el futuro de José Ángel no se cierra. Curioso mundo el del fútbol que un día se revuelve contra un traspaso y al siguiente se revuelve si el traspaso no se lleva a cabo. Curioso mundo, lleno de personajes curiosos, por no llamarlos de otra manera, que se revuelven por lo que ellos llaman un silogismo sin saber lo que viene siendo. Lo único claro es que la schola cantorum interpreta la misma canción, aunque con matices en la melodía.

Esto ni es Bélgica ni hoy es martes, que es viernes. Laudrup, grande entre los grandes, espera mañana. El danés, preguntado por qué no sale del banquillo a dar instrucciones a los suyos, ha dado una de las respuestas del siglo: «He jugado diecisiete años al fútbol y jamás pude escuchar a los entrenadores por el ruido de los estadios». A ver qué dicen los guardias de tráfico de la banda.