Álvaro FAES

La noche en el Bernabeu tenía un final obligado para el Madrid: la victoria. Habría sido una insensatez dejarse llevar y desaprovechar una oportunidad de oro. Guardiola ha convertido al Barcelona en el peor sueño madridista, en una pesadilla, así que acostarse anoche diez puntos arriba y con 16 fechas pendientes sabe a gloria en Chamartín. El hambre cambia de acera y al tiempo que el empachado Barça se va dejando puntos por los campos de España, Mourinho ha inculcado a su grupo un hambre voraz. Lo quieren todo. Y lo quieren ya. Con luces y sombras, que nada es perfecto en la Castellana, el portugués ha construido un bloque de colmillo afilado. Tienen el sello del tan criticado técnico pero últimamente lucen ese «ADN» madridista de no rendirse jamás, el orgullo al que obliga llevar esa camiseta.

Despacharon al Levante con alguno de los tics que han cogido últimamente, pero la cuestión era los puntos. La expulsión de Iborra por su segunda amarilla en la jugada del 1-1, tan absurda como clara, y un Ronaldo desquiciado en el mejor de los sentidos allanaron el camino de un equipo que ya acaricia la Liga.

El Madrid arrastra en su campo algunos vicios. Despistes que convierte en intrascendentes con el paso de los minutos pero que cualquier día le pueden dar un susto. Habían salido con ganas y dominaban sin piedad, pero un error de Ramos propició una lanzamiento de falta. El balón parado empieza a ser un engorro. Colgó la pelota Farinós, tocó para despejar el defensa sevillano, y acabó llegando a la cabeza de Cabral. De ahí, a la red. Silencio en el Bernabeu.

No se puso nervioso el Madrid y siguió con el plan previsto. Acoquinar al rival, emparedarlo en su área y esperar. Özil ponía el ritmo en el ataque blanco, Ronaldo la contundencia y Benzema una capacidad especial para detener el tiempo con el balón a la espera de los de segunda línea.

La producción de ocasiones fue brutal. Al francés le anularon un gol por fuera de juego que no fue; Munúa sacó como pudo el misil que le mandó Ronaldo en una falta; Higuaín disparó al poste; Benzema se encontró al portero...

Hasta que llegó el penalti de Iborra, evitable, y su expulsión. Marcó Cristiano y el Madrid se fue tranquilo al descanso.

Para evitar nervios, el luso marcó de cabeza al poco de regresar al campo y sólo un rato después lanzó un zapatazo brutal con trayectoria parabólica, uno de los goles del año. Para Koné su tanto fue un premio a su derroche de entrega. Después, Benzema echó el cierre. Al Barça ya le queda el Madrid muy lejos y la Liga se tiñe de blanco.