Guardiola deja el Barça. Y lo primero que se me viene a la cabeza es «Esplendor en la hierba», la película dirigida en 1961 por Elia Kazan y protagonizada por Warren Beatty y Natalie Wood. Es la historia de una joven pareja enamorada, de las presiones sociales y familiares que terminan por separarla; años después, vemos que sus vidas siguen caminos diferentes y resignados, que ninguno de los dos consiguió ni de lejos la felicidad y la plenitud que presintieron y a la que aspiraron juntos; es entonces cuando se encuentran y ambos son conscientes de que sólo les queda el consuelo melancólico de los versos de William Wordsworth que dan título a la película: «Aunque mis ojos ya no puedan ver ese puro destello, / que entonces me deslumbraba; / aunque ya nada pueda devolver / la hora del esplendor en la hierba / de la gloria en las flores, / no hay que afligirse. / Porque la belleza siempre subsiste en el recuerdo».

La relación entre un viejo poeta romántico inglés, una película de Kazan -ganadora de un «Oscar» y con una Natalie Wood en el que muchos consideran su mejor papel- y un club de fútbol español va más allá del simple juego de palabras: es cierto que el Barça de Guardiola juega muy bien, que la elegancia y la inteligencia con las que se mueven los jugadores en la hierba del campo es, verdaderamente, espléndida. Pero hay mucho más.

Porque a veces eso ocurre en los proyectos humanos; hay momentos redondos en las empresas, en núcleos familiares o sentimentales, en grupos de intelectuales o de artistas, en asociaciones o en clubes?; momentos en los que se combinan una serie de circunstancias internas y externas para que se alcance un estado dorado y cenital, una luminosidad especial e irrepetible.

El Barça, el Real Madrid y a veces algún otro equipo español se han alternado para ganar la Liga, para jugar mejor que el resto; han estado en competiciones internacionales, han acogido en sus equipos a primeras figuras del fútbol mundial y han aportado, a su vez, grandes nombres al repertorio de los clásicos y a los equipos de otros países. Así es el fútbol, nos dicen, hay ciclos; ningún equipo puede ganar siempre ni puede ganar todo. Y será cierto.

Pero este Barça de Guardiola no sólo ha ganado, no sólo ha conquistado más títulos que con cualquier otro entrenador; ganar también sabe el Madrid y lo seguirán repitiendo uno u otro. Este Barça ha hecho mucho más: ha cambiado la propia concepción del fútbol, ha reinventado el juego y ha obligado a sus rivales a entrar en ese nuevo planteamiento, aunque no sea más que para combatirlo: mejoraba el equipo blaugrana y, a la vez, hacía mejores a los rivales.

Y lo ha hecho con la cantera: con un entrenador, se ha dicho tantas veces, que fue recogepelotas con 12 años, culé desde la partida de nacimiento y jugador de la casa. Pero, además, era el técnico del filial y, no nos engañemos, a ese nivel el fútbol es clasista como la más rancia aristocracia: hay una élite de entrenadores de primerísimo nivel que es una lista cerrada como el Gotha y sólo quienes la integran tienen el privilegio de ir de uno a otro club, con resultados buenos o malos. Guardiola no estaba en esa élite y la decisión de elegirlo a él como sucesor de Rijkaard, lo hemos olvidado en cuatro años, causó estupor; parecía arriesgada y un poco suicida.

Guardiola es una persona de médula barcelonista, que privilegió la cantera en sus alineaciones; que impuso un fútbol coreográfico y talentoso, que gusta más cuanto más sabes; que tiene y retiene en sus filas al que todos consideran el mejor jugador del mundo, cierto, y sigue contando también con Eric Abidal; que aportó a la selección española, campeona por primera vez en un Mundial, bastante más que mucho en jugadores y estilo; que se presenta como una persona humilde y reflexiva -«el filósofo», dice Ibrahimovic queriendo insultar-, pero lo percibimos como alguien inteligente y culto, que dignifica un deporte que no tiene por qué interesar sólo a brutos monotemáticos.

Pienso en Xavi o Puyol, deportistas con un recorrido a sus espaldas y a los que no quedan demasiados años en activo; que han levantado la copa del Mundial y tantas otras, que han vivido los mayores instantes de gloria que ningún futbolista español haya conocido. No vivirán ya nada igual: seguirán jugando muy bien, Tito Vilanova será excelente y el Barça volverá a ganar la Liga unas veces sí y otras no, también sin ellos. Pero estos años fueron otra cosa, estos fueron los años del esplendor en la hierba. Y aunque ese puro destello de genio y talento que nos deslumbró no se llegue a repetir, nos consuela su recuerdo, como a Natalie Wood y Warren Beatty el de su amor; porque persistirán en la memoria la belleza y la fuerza deportiva de aquellos magníficos partidos de la era Guardiola.