Mario D. BRAÑA

Cuando se hizo pública la alineación del Madrid en La Rosaleda, a expensas de conocer el desenlace, la lectura sobre la primera suplencia de Casillas en los últimos diez años estaba cantada: Mourinho se juega el turrón. Sólo una extravagancia de tal calado para que la caída en picado de los últimos meses llegara hasta límites insoportables. Durante 48 minutos no hubo manera de medir el alcance de la decisión porque el Málaga no se asomó por el área de Adán. Pero a partir de ese momento, con el gol de Isco, el Madrid se descontroló de tal manera que el partido se convirtió en un cuerpo a cuerpo trepidante. El resultado estuvo el aire casi hasta el final, pero cayó del lado del Málaga porque es un equipo con argumentos para aprovechar las concesiones de su rival. Y aunque nadie podrá señalar a Adán como el culpable de la derrota, su titularidad parece un síntoma más del proceso de descomposición blanca.

Durante sus dos años y medio en el banquillo del Bernabeu, Mourinho había amagado varias veces con quitarle los galones al principal símbolo del madridismo de los últimos tiempos. Pero nadie creía que finalmente se atreviera a degradar a Casillas. Hasta ayer, en un partido que podía dar o quitar razones sobre las aspiraciones del Madrid en la Liga. Con empate a cero, los de Mourinho dejaron en un segundo plano el asunto del día. Cuando Isco rompió el equilibrio, todas las costuras del equipo blanco saltaron por los aires. El Madrid reaccionó con tanto carácter como escasez de fútbol, dando paso a un partido loco, loco, loco.

Con Essien en el lateral derecho y el resto en su sitio, el Madrid entró en el partido con autoridad, evitando problemas a Adán durante todo el primer tiempo. En cambio, el «Zamora» de la Liga, Caballero, tuvo que tirar de su mejor repertorio. Ya en el minuto 2 sacó una mano para desviar el misil de Cristiano y también estorbó lo suficiente a Di María para que no pudiese culminar un excelente control y sombrero a pase de Ronaldo.

Isco, aislado en el primer tiempo, dejó el sello de su calidad a la mínima de cambio. Su sociedad con Joaquín le da al Málaga el sello de distinción que convierte un equipo del montón en uno bueno. Mourinho reaccionó con el guión habitual: Callejón por Arbeloa y Kaká por Di María, convertido en otro sospechoso habitual.. Sin centro del campo, el partido pasó a jugarse en las dos áreas.

El Madrid empató tras una confusa jugada en la que Sergio Sánchez reclamó falta de Khedira antes de marcar en propia puerta. Sucedió justo un minuto después de que el árbitro se tragara un penalti por mano de Eliseu en un córner. En condiciones normales, en una época no muy lejana, el ida y vuelta hubiese sido mano de santo para el Madrid. Ayer abrió las puertas del cielo al Málaga. Con las armas de su rival, al contragolpe, golpeó dos veces en tres minutos, con buenas jugadas culminadas por Santa Cruz, imposibles para Adán.

A falta de un cuarto de hora, el malaguismo empezó a celebrar el descalabro del entrenador que lo había menospreciado. El Madrid no se rindió y dos hombres que trabajan mejor sin ruido, Özil y Benzema, pusieron emoción con el 3-2. Insuficiente para compensar el desquiciamiento de otros compañeros, mientras Íker clamaba al cielo. Aún sobre el campo, Sergio Ramos confesó: «Nos ha sorprendido a todos la suplencia de Casillas».