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Culé moyáu

Mucho ruido

Hoy, como hace decir David Peace al entrenador británico Brian Clough en la estupenda novela futbolera "Maldito United", no debería haber autopsias, sólo profecías; no debería haber excusas, sólo optimismo; confianza, no dudas; esperanza y nunca miedo. Hemos perdido dos puntos en casa ante un buen Depor, pero no es el momento de hacer la autopsia al Barça sino de lanzar alguna que otra profecía. Ahí va una: el Barça participará la temporada que viene en el Mundial de Clubes porque volverá a ganar la Liga de Campeones. No es momento de dar excusas, sino de ser optimistas. En enero, con Neymar recuperado y Turam disponible, ya no veremos a Munir fallar goles, perder balones y estropear jugadas porque el teórico delantero pasará del césped a la grada. No hay que dudar del Barça, sino confiar en un equipo que sólo tiene que recordar que adelantarse en el marcador (Valencia, Leverkusen y Depor) no significa ganar el partido. Los culés no tenemos miedo, sino esperanza en que un día Alves aprenda a centrar y, entonces, los goles nos caerán de los bolsillos. Pero ese inesperado empate con el Dépor nos obliga a visitar la sala de autopsias, refugiarnos en las excusas, perdernos en un mar de dudas y, glup, tener miedo.

Hay que hacer la autopsia a la capacidad de Luis Enrique para decidir los cambios: se equivocó cuando decidió jugar con 10 ante el Villanovense, se equivocó cuando se empeñó en jugar todo el partido con el equipo titular en Valencia y se equivocó en todos los cambios que hizo ante el Depor. Podemos refugiarnos en las excusas y hablar de mala suerte con la lesión de Neymar, con la puesta a punto de Messi y con la puntería en los últimos partidos. Es difícil no perderse en un mar de dudas cuando el Barça pasa de destrozar al Madrid en el Bernabéu a empatar tres partidos seguidos. Y, en fin, el miedo es libre. Y, como decía Sófocles, para quien tiene miedo todo son ruidos. El ruido de los últimos empates, de las últimas decisiones de Luis Enrique, de la falta del gol y del inoportuno viaje a Japón nos hace tener miedo a los fantasmas. Y, como todo el mundo sabe, los fantasmas visten de blanco.

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