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Fútbol es fútbol

Restaurando (o no) el barco de Teseo

Dice Plutarco en su "Vida de Teseo" que los atenienses conservaron la nave en la que Teseo viajó a Creta para matar al Minotauro y poner así fin al odioso y cruel tributo humano que Atenas debía pagar al rey Minos, e iban sustituyendo las partes del barco que se pudrían por otras nuevas. Los filósofos se servían de este barco para reflexionar acerca del cambio y la identidad, pues no está claro si el barco de Teseo sigue siendo el barco de Teseo después de que todas sus partes hayan sido sustituidas por otras nuevas, o si estamos ante un barco completamente nuevo que no tiene nada que ver con el de Teseo. Como sucede con el barco de Teseo, no está claro si sustituir las partes envejecidas del fútbol por otras nuevas afecta a la identidad del fútbol o no, de forma que si decidimos cambiar el silbato del árbitro por una máquina con un ojo infalible o si combatimos la costumbre de perder tiempo durante un partido con descuentos de veinte minutos puede que estemos convirtiendo el fútbol en otro deporte. Nos arriesgaremos. Propongo retirar del barco de Teseo futbolístico las siguientes piezas.

- Los árbitros. Se acabaron las polémicas, los errores y la entrañable chulería de esos árbitros que no soportan que un jugador les mire mal o discuta una decisión pero perdonan un entradón a la espinilla porque, bueno, son cosas del fútbol. ¿Y qué habría en vez de árbitros? ¿Máquinas que todo lo ven? ¿Un comité de expertos que analizaría cada jugada en el momento, parando el partido todo lo que hiciera falta? Pues no. Podríamos sustituir a los árbitros por profesores de ética, de forma que nadie podría ser futbolista profesional sin haber aprobado un curso de ética futbolística en el que todos aprenderían a no simular lesiones y reconocer públicamente que esa patada dentro del área fue penalti. ¿Qué conseguiríamos con esta medida? En primer lugar, ofrecer una salida laboral a los graduados en filosofía en esta época en la que nuestros gobernantes han decidido que la asignatura de filosofía es tan prescindible como un buen guion en una película porno. Y, en segundo lugar, el fútbol se convertiría en un deporte sin tantos aspavientos, protestas, mentiras y chorradas. Los profesores de ética explicarían sobre todo la ética de Kant que, como resumen Jean Paul Mongin y Laurent Moreau en su delicioso libro "Un día loco en la vida del profesor Kant", sostiene que hay que actuar como todos deberían actuar, y que hay que decir la verdad en un partido de fútbol porque a todos los futbolistas les gustaría que se dijese la verdad y ser tratados como un fin, no como un medio. Adiós a los árbitros. Hola a la ética kantiana.

- Las repeticiones de las jugadas en los partidos televisados. Creo que ya es hora de acabar con las repeticiones y, de paso, con los planos del público, de las autoridades de turno en el palco, de los suplentes haciendo el tonto en los banquillos y de los entrenadores dando gritos en la zona técnica mientras se tapan la boca. Fin. No nos interesa. Nos da igual la repetición de la jugada que ya pasó porque el partido sigue y preferimos ver lo que está pasando. No nos importa el divertido disfraz de ese aficionado en la grada, ni la corbata del presidente autonómico, ni la colleja que le da fulanito a menganito en el banquillo, ni lo que grita un entrenador a un futbolista que ni puede ni quiere escuchar. Realizadores televisivos: lo único importante es el partido. Poned el partido.

- Los tres puntos para todos los equipos por ganar un partido. Pues no. Como bien sabemos los aficionados, no todos los equipos son iguales sino que unos equipos han sido, son y serán más iguales que otros. Así pues, Barça y Madrid sumarían dos puntos por cada victoria, otros dos puntos por un empate, y menos un punto tras una derrota. Para los demás equipos, todo seguiría igual. Y a ver qué pasa.

Creo que el barco de Teseo se está hundiendo. Con su permiso, voy a saltar.

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