La permanencia, por segunda temporada consecutiva, del Lealtad en Segunda B es otro de esos pequeños milagros que de vez en cuando nos regala el fútbol. Porque es un buen momento para recordar que el club de Villaviciosa estuvo al borde de la desaparición hace sólo cuatro años, cuando Pedro Menéndez y un pequeño grupo de colaboradores se hicieron cargo de lo que parecía un muerto. No sólo estabilizó al enfermo, sino que puso las bases para que el Lealtad viviese la época más brillante de una historia ya centenaria. Junto al de Menéndez hay que reseñar el buen trabajo de Javi Rozada, el entrenador que logró contra pronóstico el ascenso con una plantilla muy limitada y que ahora le deja asentado en la tercera categoría del fútbol español.
