Las dos remontadas que llevaron a la española Carolina Marín al éxito en las finales del Campeonato del Mundo de Copenhague 2014 y de los Juegos Olímpicos de Río 2016 tienen un nexo común: una charla con su técnico, el granadino Fernando Rivas, cambió el rumbo de los dos encuentros. Tanto ante la china Li Xuerui, primera cabeza de serie entonces, como ante la india Pusarla Venkata Sindhu, la onubense se vio con un set de desventaja. En ambos casos, lejos de insistir en conceptos técnicos y tácticos, su preparador apeló a la emotividad.

"Recuerda a esa niña de 14 años que llegó a la academia Blume y quería cumplir su sueño", le dijo. En el momento de pronunciar esa frase, Carolina Marín perdía por 19-21 ante VP Sindhu. Minutos después, rubricó el triunfo "más especial" de su carrera tras anotarse por 21-12 y 21-15 las dos mangas restantes y, con ellas, la medalla de oro en la cita olímpica de Río de Janeiro.

Al deseo de ser campeona se había aferrado ya la andaluza para conquistar su primer Campeonato del Mundo, en el año 2014. En la final del evento disputado en Copenhague, Li Xuerui golpeó primero: se impuso, por 17-21, en el set inicial. Fernando Rivas fijó la atención de su pupila en la parte más alta del podio. Le recordó que al término del encuentro solo la bandera del país de la vencedora ocuparía un lugar preeminente.

"¿Qué bandera quieres ver ahí arriba?", le preguntó a Carolina. La onubense respondió con la victoria que le reportó en 2014 el primero de sus dos títulos mundialistas. Al igual que el viernes, en el pabellón 4 de Riocentro, las palabras de su entrenador resultaron claves para corregir su rendimiento.

Llevan más de una década juntos. Tienen una relación especial, diferente, quizá inclasificable. La de un entrenador y un deportista que pasan más tiempo juntos del que cada uno está con su familia. Pero, a pesar de eso, Fernando Rivas todavía sorprende a veces a Carolina. Dice él que cuando se rompe una raqueta en un entrenamiento no la deja parar para cambiarla y la hace seguir hasta que se acabe la serie. "Al principio Carolina me decía, qué cosas más raras, Fernando..."

"Pero si se te rompe en el partido tienes que jugar con la raqueta rota hasta que se acabe el punto. En el Mundial de 2014, en un punto al final del partido, a ella se le rompió y metió el punto. Nuestro día a día es prepararnos para las adversidades". Así es Rivas. Metódico, calculador, perfeccionista, previsor, exigente, estudioso, seguro. Alguien capaz de dedicar horas y horas para revisar al milímetro sus partidos y los de sur rivales y diseñar la forma de enfrentarse a ellas. El 'alter ego' de Carolina, con quien la onubense ha roto esquemas.

Un técnico enamorado de su trabajo, que descubrió el bándminton con 11 años por casualidad y que después de ser jugador -"no muy brillante", dice él mismo- no encontró su sitio hasta que empezó a hacer cursos de entrenador. Suele referirse a esto para explicar que desde pequeño tuvo "la ilusión de estudiar INEF y ser profesor de educación física", pero que su mentor, Aurelio Ureña, le decía que "no encontraba la motivación" en los primeros años de carrera.

Después de estudiar en España se marchó a Inglaterra, Francia, Alemania y Holanda. Países donde cree que se abrió su horizonte antes de volver y empezar en 2004 a trabajar para la Federación Española. Ahí empezó a tener noticias de Carolina, cuando ella tenía 11 o 12 años. Le hablaban de "su mal carácter y de sus rabietas". Después la vio jugar en un campeonato de España sub-15 y lo tuvo claro, aunque ella no destacaba por jugar bien, ni por desplazarse, ni por golpear.

Pero vio un diamante por pulir y desde entonces no deja de hacerlo. Lo hace convencido de que "la suerte tiene un camino muy corto", de que "si no tienes un sueño no sabes dónde vas" y de que un mal día es tu mejor día "porque es en el que te puedes superar". La final olímpica de Pekín 2008 le supuso una revelación. Allí tuvo la certeza de que quería ser el técnico que guiara hacia el oro a un deportista español. La misma certeza con la que creyó cuando vio jugar a Carolina con 11 años y que si trabajaba con ella podría hacer algo importante. Tan importante como colgarse un oro olímpico.