Alberto Suárez Laso no pudo con el rey de la maratón en su categoría, el marroquí El Amin Chentouf, pero logró una victoria mucho más importante: cruzar la línea de meta. Y, además, en segunda posición para colgarse una plata, más que nunca, de ley. "Nunca había corrido un maratón en unas condiciones tan difíciles", explicó Suárez Laso a LA NUEVA ESPAÑA apenas tres horas después de conseguir su segunda medalla olímpica. La valora tanto como la de oro de hace cuatro años en Londres y, generoso como es, sube a su podio particular a las personas y empresas que le han ayudado a llegar hasta Río con posibilidades.

Como muchos de los maratonianos que desafiaron un calor y una humedad exagerados, Alberto Suárez Laso acabó en la clínica de la organización para tratar sus problemas musculares y la deshidratación severa que estuvo a punto de acabar con su sueño en Río. "Hubo varios momentos en que estuve a punto de pararme, pero seguí porque sabía que ya no podría volver a ponerme en marcha", reconoció el fondista asturiano, que agradeció el planteamiento de la carrera de Castaño.

"Me dijo que marchando a 3.30 el kilómetro íbamos a conseguir medalla", destaca Suárez Laso, que por mucho que se intentó adaptar casi no se creía las condiciones atmosféricas: "Salimos a las 9 de la mañana con la solana pegándote durante todo el recorrido y una humedad bestial. La sensación térmica estaba entre los 37 y 40 grados". Así que Alberto no se desvió en ningún momento de su plan, ni siquiera cuando el otro español que competía en la categoría T-12 (atletas con visión reducida), Gustavo Nieves, aceleró la marcha.

"Podría haber estado perfectamente en el podio, pero arriesgó demasiado pronto", dice el riosano en referencia al tirón que Nieves pegó hacia el kilómetro 15. "Chentouf salió a por él, pero yo preferí seguir igual", señala convencido de haber acertado. Porque Nieve, tras pasar destacado por el kilómetro 30, sufrió un desvanecimiento y tuvo que dejar la carrera. "Es una pena porque somos grandes amigos y compañeros de habitación. En condiciones normales sería uno de los rivales más duros", añade Suárez Laso, que también pasó momentos en los que se planteó arrojar la toalla.

"Llegué a coger y pasar a Chentouf, pero me vine abajo en uno de los muros que hubo a lo largo de la carrera", explica el asturiano para dar una idea del sufrimiento: "Llegué bastante justo, mareado y tocado muscularmente, sobre todo en un gemelo. Además, se me taponaban los oídos". Consciente de que la medalla de oro era una utopía y de que corría el riesgo del abandono, Suárez Laso reguló para asegurar la medalla de oro, cediendo 54 segundos a Chentouf y con 48 de margen sobre el japonés Masahiro Okamura.

Alberto Suárez Laso (Riosa, 19 de diciembre de 1977) le da tanto valor a la plata de ayer como al oro de Londres de 2012: "Es una medalla olímpica y con el año que llevamos de parones por la operación de diciembre está muy bien", recalca el riosano, que detuvo el crono en 2-33-11, muy lejos de sus mejores marcas: "He corrido maratones por debajo de 2-21 en los que no sufrí tanto. Hubo momentos en los que me parecía imposible dar un paso más y la cabeza me pedía parar. Todos estuvimos por encima de nuestras marcas".

En este punto vuelve la mirada hacia un hombre clave, su entrenador Chus Castaño: "Tendría que subir al podio conmigo". Con él empieza un capítulo de agradecimientos en los que incluye, por supuesto y en primer lugar, a su familia, "que me apoya en las buenas y en las malas". También a Nicolás Terrados, como cabeza visible de la Unidad Regional de Medicina de Avilés; y a Mikel López Piedra, su fisioterapeuta. Y, a miles de kilómetros de Asturias, tiene un recuerdo para las empresas que le respaldan, como Confitería Rialto, Sport 100, Northweek o Refractaria.

Con la satisfacción del deber cumplido, a media tarde de ayer en Río Alberto Suárez Laso sólo pensaba en disfrutar de la ceremonia de clausura de los Juegos. El martes emprenderá el viaje de regreso junto al resto de la expedición española, pero no llegará a Asturias hasta la tarde del jueves porque antes tiene que participar en los compromisos con las firmas que apoyan económicamente al Comité Paralímpico.

"No veo el momento de tomar un culín de sidra y comer un bocadillo de calamares", dice Alberto Suárez Laso en referencia a las fiestas de San Mateo, que pillará en su recta final. Después de meses de dura preparación y un régimen de alimentación estricto, el riosano podrá tomarse un respiro. Más adelante retomará la actividad con un objetivo claro para el año que viene, el mundial que se celebrará en Londres, su ciudad talismán.

En 2017 su reto será superar a Chentouf, que ayer no le pareció tan inaccesible como otras veces. "Lo vi sufrir en algún momento de la carrera. A ver si me recupero bien y puedo ganar el título". Y, más a largo, aparece Tokio-2020, donde Suárez Laso buscará su triplete olímpico.