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Cuando la pasión te aplasta

Miguel Ángel García sobrevivió, con 12 años, a una avalancha en un derbi en El Molinón Luego llegó a jugar en el filial rojiblanco

La noticia publicada en LA NUEVA ESPAÑA.

"A punto de ocurrir una tragedia". Así tituló LA NUEVA ESPAÑA la información referida a un suceso que se produjo en el derbi del 27 de febrero de 1966 en El Molinón (1-0). La expectación era máxima y un niño de doce años se había hecho hueco en primera fila de "la tribuna de Coes" (en referencia a la publicidad que dominaba la grada norte de El Molinón). El guaje se había puesto por delante de la barandilla, casi pisando el césped, por indicación de "un paisano de Trubia" que terminaría por convertirse en su ángel de la guarda. Llegaron unos "grises" y le impusieron situarse tras la barandilla, a pesar de que la tragedia se veía venir. "El Oviedo atacaba hacia la portería del Piles y hubo un disparo que García Fernández, portero rojiblanco, no alcanzó a retener". Un delantero del Oviedo atacó la pelota suelta con decisión y hubo tal expectación en la grada que la tribuna cedió y se produjo una avalancha. La jugada no terminó en gol, pero sí en tragedia.

Debajo del amasijo de cuerpos, atrapado por la propia barandilla que lo sujetaba, yacía Miguel Ángel García García, apenas un guaje de doce años. "Tuve la suerte de que traía un jersey de cuello alto de un rojo chillón y Miguel Montes, uno de los futbolistas que vinieron a asistirnos, pensó que estaba sangrando y me sacó", explica Miguelín, como todo el mundo le conoce, 51 años después. Cómo si fuese una comedia de situación, el traslado del niño al hospital se convirtió en una epopeya. Los sanitarios lo sacaron del campo en camilla, pero la única ambulancia disponible estaba atascada entre los coches aparcados. Aquí volvió a entrar en juego el paisano de Trubia, que ofreció su coche para el traslado, ya que lo tenía aparcado donde el Grupo Covadonga y podía salir de la zona. "Me llevaron con la camilla en alto hasta allí, llovía un montón y cuando los enfermeros cansaban, me posaban en los techos de los coches". Miguelín fue acomodado en la trasera del coche y lo dejaron solo con el paisano de Trubia, que no conocía Gijón y tenía la indicación de llevar al chiquillo al Sanatorio de Begoña, con el que ya entonces colaboraba el Sporting. El buen samaritano se perdió y Miguelín acabó ingresado en la Cruz Roja.

"Yo había ido solo al fútbol, porque mis padres trabajaban y entonces ibas solo a El Molinón, al Hípico, a los toros...", explica. Miguelín en un primer momento, tras ser rescatado en el campo, intentó ponerse en pie y esto le provocó un desplazamiento óseo. Cuando llegó al hospital estaba inconsciente y hasta la noche, cuando pudo hablar, no se logró localizar a su familia. "Aquel paisano de Trubia estuvo al lado de mi cama hasta las once de la noche, que llegaron mis padres. Al irse, prometió que nunca volvería a un campo de fútbol".

El partido se reanudó, con la gente de pie en torno al campo, y el Sporting logró la victoria gracias al solitario tanto de Amengual. Ni Sporting ni Oviedo se olvidaron de aquel chiquillo. Delegaciones de ambos equipos, con directivos y jugadores, desfilaron por la Cruz Roja para visitarle y le regalaron una foto con la alineación del Sporting de ese partido y un balón firmado por los futbolistas de ambos equipos. El Sporting fue más allá y sus servicios médicos atendieron a Miguelín. Manolo Llanos estuvo muy encima del asunto, la cirugía la llevó el traumatólogo del club Ramón González Vázquez y de la rehabilitación se encargó el mítico José Luis Rubio.

"Pasaron cuatro meses antes de que pudiera ponerme de pie, me escayolaron del tobillo hasta la cintura", explica Miguelín, aún emocionado. Lejos de guardar aquel balón de recuerdo, el guaje se echó a la calle con él en cuanto pudo. "Entonces ser el amo del balón, era ser el amo del barrio", bromea. Y es que la pelota siempre le había vuelto loco. A raíz de aquella lesión, Miguelín cogió desconfianza de su pierna derecha y comenzó a jugar siempre con la izquierda, algo que luego se convirtió en su gran virtud. Curtido en la playa de San Lorenzo, fichó por el Vanguardia, en el que jugó dos años de Infantil y otros dos de juvenil. El chiquillo despuntaba tanto que el Sporting lo quiso fichar, pero su familia pidió que le pagasen a lo que el club se negó. El último año de juvenil lo hizo en el Inmaculada y finalmente se incorporó al Camocha de regionales, con el que sólo llegó a jugar unos torneos amistosos.

Su estreno fue contra el Oviedo en La Camocha, con toda la directiva del Sporting en la grada. "Nunca jugué tanto como ese día", bromea. Enrique Casas, entonces técnico fue de inmediato a ficharlo. Ahora fue el Camocha, quien pidió dinero y el Oviedo quien reculó. Pero Arroes, el presidente del Camocha deslizó a la directiva rojiblanca que el Oviedo había hecho una oferta por Miguelín y que estaba dispuesto a pagar. La reacción fue inmediata y el chaval quedó incorporado al Deportivo Gijón, filial rojiblanco, previo pago de una compensación al Camocha. Con el segundo equipo del Sporting, en el que coincidió con ilustres como Joaquín Alonso, Jorge David o Pablo, logró un ascenso. Hasta que le tocó cumplir con la mili en Canarias. Tenía un acuerdo para jugar en el Tenerife, pero el rechazo a los "godos" le impidió hacerlo. Tras un año y medio de mili, se incorporó al Aboño a cambio de un trabajo fijo y sumó dos nuevos ascenso. También subió con el Ceares y con el Candás, donde se retiró. Con el Deportivo Gijón fue a jugar a Trubia contra el juvenil y su ángel de la guarda le esperó a la salida del campo para darle un abrazo. Cumplió su palabra y no entró más a un campo de fútbol.

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