Tradicionalmente, cuanto más famosos y ricos son los deportistas, menos se comprometen con la sociedad. La llegada de Donald Trump al poder, con toda su carga xenófoba y racista, ha empezado a cambiar las cosas en Estados Unidos. Estrellas del fútbol americano, del beisbol y de la NBA han decidido plantarle cara al presidente dándole donde más le duele: renunciando a acudir a las audiencias a los campeones en la Casa Blanca. LeBron James y Stephen Curry han ejercido de portavoces de un sector de la población especialmente acosado por el dirigente. La mayor carga de profundidad le llegó, curiosamente, de un hombre blanco, Gregg Popovich, el histórico entrenador de San Antonio Spurs, una persona sabia que puso el dedo en la llaga: "Este individuo cree que cuando la gente se alza en los partidos lo hace contra la bandera". Ysentenció, desde el lado de los favorecidos: "Cuando naces blanco tienes unas ventajas que el sistema sostiene". Popovich, como Curry o LeBron, o como Piqué en otro escenario conflictivo, podrían quedarse cómodamente callados, pero asumen su obligación de rebelarse contra los dirigentes tóxicos o las leyes injustas.
