Tampoco los últimos días han sido muy ejemplarizantes en el fútbol. Árbitros agredidos por futbolistas en edad juvenil. Árbitros hecho y derechos que agreden a futbolistas. Y, como si de un círculo vicioso se tratase, la barbarie de los ultras o de cafres que aprovechan las gradas para descargar toda su bilis. El apuñalamiento de un integrante del Frente Atlético sirvió para demostrar que todo el revuelo y la declaración de buenas intenciones a raíz de la muerte del deportivista Jimmy junto al Vicente Calderón se ha quedado en nada. En el Wanda Metropolitano hay reservado incluso más espacio para los seguidores radicales del Atlético que en el Calderón, algo que desde el club se ha justificado por las mayores dimensiones del estadio. Es decir que, a diferencia de Florentino Pérez o Josep Maria Bartomeu, Enrique Cerezo no parece dispuesto a cortar el cordón umbilical con esos indeseables. Algo parecido a lo que ocurre con los dirigentes del Espanyol, que hacen oídos sordos a los insultos que el Barça, y especialmente Piqué, reciben cada vez que el derbi barcelonés aterriza en Cornellá-El Prat.