Madrid, 30 de junio de 1996. En el distrito de Usera, los termómetros de las farmacias marcan 40 grados. En el campo de tierra del barrio de Orcasitas, juega un equipo asturiano, con la lengua fuera. En el minuto 71, Herrera y Pipi vuelven loca por enésima vez a la defensa local, que ya no se juega nada más que la honra. Llega el tercero del Marino de Luanco. Faltan 19 minutos para tocar el cielo. Faltan 19 minutos para que el Marino de Luanco logre ascender por primera vez a Segunda División B. Hoy, casi 22 años después de esos 19 minutos, los luanquinos afrontan una nueva promoción de ascenso. Como aquel equipo que el pueblo marinero recita de memoria, los de Oli llegan al play off con una plantilla corta y tras haber quedado terceros en la clasificación.

"Ese ascenso significó mucho. Fue la primera vez que la gente se creyó en Luanco que el Marino podía jugar en Segunda B. Que se podía competir de tú a tú contra equipos de Madrid y de Galicia. Éramos una familia, teníamos un gran vestuario", rememora el centrocampista Pedro Méndez. "Vicente González logró cuajar un gran equipo. La pretemporada la hicimos con Quirós, pero lo fichó el Avilés. Empezamos sin grandes aspiraciones, para nada imaginábamos lograr el ascenso", explica el centrocampista, muy del estilo de Casemiro ahora en el Real Madrid, salvando las distancias.

Aquel Marino de Luanco fue campeón de invierno, con 44 puntos, 14 victorias, dos empates y tres derrotas; 41 goles a favor y sólo once en contra. Números algo peores que los de la escuadra luanquina de hoy: 13 victorias, seis empates y ninguna derrota, 45 puntos y a la sazón también campeón de invierno. "Fue una verdadera sorpresa, había equipos muy buenos, como el Vetusta o el Titánico, que al final quedó primero", expone Méndez. "Las estrellas de aquel equipo eran Herrera y Pipi, hacían una dupla letal", cuenta.

Pipi, cuyo nombre de pila es Pedro Rodríguez, sigue viviendo en Luanco, tienes dos hijas, está casado y regenta un estanco en la calle Ramón y Cajal. Viste un chandal, tiene dos aros en sendas orejas, gafas, barba de un par de días y de no ser por unas pocas arrugas en su frente, se podría decir que está para jugar. "Es normal que se lleven los premios los que hacíamos los goles, pero lo cierto es que teníamos uno de los mejores equipos de Tercera de la época", enfatiza. "Recuerdo en Liga, un partido contra el Navarro, que empezamos perdiendo por dos goles a cero y nos expulsaron a dos jugadores. Al final, remontamos, fue quizás el mejor encuentro de todos", explica Pipi, que a pesar de los años, sigue siendo una persona respetada en Luanco. "Hice patria aquí, los niños que por aquel entonces tenían diez años, hoy me recuerdan como un futbolista importante", expone.

"La promoción la empezamos muy bien, ganamos al Lalín por siete goles. Fue un verdadero subidón, porque subir a Segunda B era algo que no se esperaba nadie. A partir de ahí la dinámica fue muy buena", cuenta sobre una liguilla en la que el Marino cosechó 13 puntos contra el Orcasitas, el Laguna de Duero y el Lalín. Ahora, casi 22 años después, el Marino quiere volver a la categoría que lograron por primera vez, Pipi y Pedro Méndez.