Oviedo, Javier CUARTAS

La presencia asturiana entre los españoles titulares de patrimonios elevados rebasa el peso de la comunidad en la economía nacional. Asturias, que supone el 2,1 por ciento del producto interior bruto (PIB) español, congrega el 2,3 por ciento de los clientes de banca privada y el 3,3 por ciento del volumen patrimonial total gestionado por este tipo de entidades financieras en el país, según un informe que acaban de realizar Accenture y el Instituto de Empresa con el patrocinio y colaboración de Morgan Stanley.

El informe, realizado mediante una encuesta a 23 bancos relevantes que suman en conjunto el 55 por ciento del mercado, ha localizado en Asturias a 8.096 clientes de banca privada, con patrimonios individuales superiores a los 100.000 euros y que suponen un volumen patrimonial de 3.023 millones de euros.

Estas cifras son, sin embargo, apenas una cuarta parte del total de clientes potenciales de la banca privada. El estudio concluye que sólo el 25 por ciento de los titulares de patrimonios significativos confía la gestión de sus recursos a bancos especializados y que el 75 por ciento sigue siendo cliente de la banca tradicional.

Los 8.096 clientes localizados en Asturias, y los más de 300.000 existentes en el conjunto de España, se subdividen, según las metodología manejada por Accenture, Instituto de la Empresa y Morgan Stanley, en tres estadios: los llamados patrimonios intermedios (IPI), con un volumen de riqueza de entre 100.000 y 500.000 euros, y que serían los clientes típicos de la banca personal propiamente dicha; los individuos con patrimonios altos (IPA), que oscilan entre 500.000 y 3.000.000 de euros, y los clientes con patrimonios muy altos (IPMA), que superan los 3.000.000. Estos dos últimos segmentos constituyen los dos grupos de clientes característicos de la llamada banca privada.

Según el estudio, el prototipo de cliente asturiano responde al perfil medio de los titulares de patrimonios medios y altos españoles. Se trata de ahorradores cada vez mejor informados y por ello más exigentes en la demanda de servicios financieros especializados, y también más agresivos en sus decisiones inversoras. Y aunque el 60 por ciento de los ricos españoles tiene más de 56 años, este extracto de población con recursos superiores a los 100.000 euros (por encima de los 16,6 millones de las desaparecidas pesetas) cada vez se está rejuveneciendo más. De hecho, en los últimos años ha aumentado de forma progresiva el peso de los clientes con edades comprendidas entre los 45 y los 55 años.

La clientela prototípica de este tipo de servicios bancarios especializados (bancas personal y privada) suelen compartir varias entidades y cada vez más quieren ser copartícipes en el diseño estratégico de sus decisiones inversoras y no meros clientes pasivos.

Las desinversiones inmobiliarias y las actividades de promoción y construcción son las principales fuentes de grandes patrimonios en Asturias, según se desprende del análisis.

Los expertos, caso de Javier Vega, profesor del área de Finanzas del Instituto de Empresa Business School, apuntan que el proceso de rejuvenecimiento de los titulares de patrimonios cuantiosos abocará a un inminente relevo generacional y que ello supondrá cambios en las pautas y también en la extracción social de los ciudadanos con recursos elevados. «Los principales grupos inversores serán», afirma, «los empresarios y directivos, seguidos de profesionales liberales y los propietarios de las pequeñas y medianas empresas». Y en cuanto a los criterios de actuación previsibles, se señala un «mayor conocimiento internacional, una mayor tolerancia al riesgo, una mayor implicación en las decisiones de inversión y un enfoque hacia la creación de riqueza más que a la preservación de la misma». De hecho, ya hoy se constata que el público objetivo de la banca personal y privada ha modificado sus estrategias inversoras, de forma que, según Carmen Cavero, directora de relaciones institucionales, marketing y comunicación de Morgan Stanley, se está pasando de un cliente que pretendía preservar su riqueza de la inflación sin correr riesgos a otro perfil más arriesgado, que cabría definir como un inversor que quiere ganar más que la Bolsa cuando las cosas van bien y no perder cuando los mercados van mal.