Oviedo,

Marta PÉREZ

Los nacidos en 1960, que ahora tienen 50 años, serán los primeros españoles en jubilarse a los 67 años si se cumple la propuesta del Gobierno de aumentar la edad de jubilación para preservar a largo plazo el sistema público de pensiones. A los hijos del «baby-boom» en más de una ocasión se les ha llamado la generación de la transición, a medio camino entre el mundo tradicional y el moderno. Están condenados a no poder librarse de esa etiqueta: ahora serán la generación de transición a las jubilaciones tardías.

La década de los sesenta es, sin duda, una de las más conocidas del pasado siglo XX. En ella se produjo una revolución mundial que, si bien por la situación política de España -bajo la dictadura de Franco- llegó descafeinada, tuvo su influencia y supuso un punto de inflexión cultural. Fue la década en la John Fitzgerald Kennedy llegaba a la Casa Blanca, surgía el movimiento hippie, nació el pop, y una moda que representaba las ansias del cambio. Nacieron los «Beatles», los «Rolling Stones» y Bob Dylan, y en España triunfaban, en la televisión en blanco y negro, artistas y grupos como el «Dúo Dinámico», Rafael, Marisol y «Los Brincos», cuyas canciones sonaban sin descanso en los guateques de todas las ciudades y pueblos del país.

Las mujeres son mayoría entre los españoles nacidos en los primeros años de los sesenta. Aunque en el ámbito laboral ellos son mayoría a la hora de salir a trabajar fuera de casa. Los nacidos a principios de los años sesenta son la generación que quiso mejorar el nivel de estudios de sus padres. De hecho, en los años setenta y ochenta se registraron elevados niveles de incorporación a la Enseñanza Secundaria y, posteriormente, universitaria. La mayoría son españoles casados y con hijos que, en muchos casos, aún no se han ido de casa. Empezaron a trabajar muy jóvenes: al terminar los estudios, o incluso antes, con veinte o veintipocos. Cuando cumplan los 67 años, dejarán atrás una vida laboral de medio siglo.

«Somos la generación del cambio. El cambio al que se enfrentaron nuestros padres fue más lento; al que se enfrentan nuestros hijos también», explica José Manuel López, de 52 años, jefe de Protección Civil en Oviedo. «Empezamos a trabajar con la democracia con grandes sacrificios», cuenta. «Somos la primera generación sin un conflicto armado en nuestro país, ése es un dato para tener en cuenta», responde orgulloso López. Si pudiera elegir la edad de jubilación, lo tiene claro: «Después de más de cuarenta años de servicio me apetece irme a casa», señala. José Manuel López cree que la medida de retrasar dos años más la jubilación «no se puede generalizar» y que se debería discriminar dependiendo de la actividad: «No es lo mismo trabajar de bombero que en un despacho en la Universidad», apunta.

En el Colegio Público Virgen del Fresno de Grado los profesores se han sumado a una iniciativa de recogida de firmas en contra de la jubilación a los 67 años. «Me parece fatal. Yo estoy a favor de la jubilación a los 60 años», sostiene María Josefa Fernández Fernández. «Dando clase a niños de 3 años es imposible llegar más allá. No te puedes agachar ni para atarles el cordón del zapato», asegura. María Josefa Fernández nació en 1961 y tiene 48 años. «Sí, estoy en la franja crítica, parece que soy de las primeras que me tocará», se resigna. «Somos una generación a la que nuestros padres quisieron darnos una vida mejor que la que ellos tuvieron. Nos dieron unos estudios, los terminamos y nos pusimos a trabajar», cuenta. En su caso suma ya veinticinco años dando clase.

«Mi suegro se jubiló a los 65 años después de trabajar toda la vida en el taxi, y murió un año después a los 66», comenta Javier Fernández, administrativo de 50 años y presidente de la asociación de vecinos de Vallobín en Oviedo. «En unos años lo ampliarán más y a mí me dirán que me tengo que jubilar a los 80», ironiza. «Los hombres duramos menos que las mujeres, lo dicen las estadísticas. Si me jubilo camino de los 70 y muero a los 80... ¿qué años me quedan para disfrutar después de una vida trabajando?», sostiene Fernández. «A mí no me importa perder un diez por ciento de mi paga con tal de jubilarme un par de años antes», explica. Fernández cree que la gente de su generación vivió mucho mejor de lo que vive ahora. «De pequeño en mi casa había dos coches con un sueldo. Fuimos señoritos y vestíamos de marca», relata. «Ahora entran dos sueldos y uno íntegro se va en gastos, y lo de vestir de marca se acabó», asegura este administrativo ovetense.

Flora Díaz Borbolla, de 55 años y autónoma del gremio hostelero en Sama, está a favor de la jubilación a los 67 años en «ciertas profesiones», aquellas en que la actividad física no sea un impedimento. «Si estoy bien, no me importa jubilarme a los 67, claro que te acercas mucho a los 70... en ese sentido deprime un poco», asegura. Está muy orgullosa de su generación, que considera «luchadora» y recuerda los años de dictadura y transición, en la juventud.

Concepción Jardón, de 52 años y natural de Tapia de Casariego, recuerda la muerte de Franco porque ese día se examinaba de selectividad y se libró. Dependienta en un comercio de Gijón, sólo piensa en jubilarse «cuanto antes mejor» para disfrutar de sus nietos. «Tengo dos nietos muy pequeños. Me casé a los 22 años y casi me pierdo ver crecer a mis hijos porque estaba todo el día fuera de casa trabajando. No quiero que me pase lo mismo con mis nietos».