Con la muerte de José Luis Álvarez Margaride desaparece uno de los empresarios que más ha hecho, en los últimos tiempos, por Asturias y una persona que llevó siempre, muy dentro de sí, a nuestra Región.

Desde su inicio profesional, siendo aún muy joven, en Fábrica de Moreda, recuerdos que traía con frecuencia a sus conversaciones, hasta su labor gigantesca al frente de Thyssenkrupp, su trayectoria profesional y empresarial estuvo muy vinculada a Asturias, donde ha dejado inversiones y promovido puestos de trabajo que serán, para siempre, testimonio de su labor.

Supo aunar rigor empresarial, que le mantuvo tantos años en actividades de primera línea, con una visión comprometida sobre el futuro industrial de Asturias. Y puso, al servicio de sus proyectos, talento y tenacidad.

José Luis fue, además y casi me atrevería a decir sobre todo, una personalidad muy completa y llena de matices, atenta a una pluralidad de cuestiones culturales que hacían de él un interlocutor interesante e informado, hasta el punto de reunir en su entorno a un gran número de personas, cuya amistad cultivaba con trato generoso y atento y afecto verdadero.

Tuve la oportunidad de compartir con José Luis trabajos en la Fundación Príncipe de Asturias y en esa asociación de asturianos en Madrid, APQ, en cuya creación él participó. Soy testigo agradecido del empeño y la dedicación con que llevó a cabo estas tareas, tan distintas a sus ocupaciones habituales.

Ha tenido la fortuna José Luis Álvarez Margaride de ver sus esfuerzos y su trayectoria recompensados por muchas y merecidas distinciones, entre las que destaca una que recibió con especial ilusión: la medalla de plata del Principado de Asturias. Pudo sentir, hasta en sus últimos momentos, la proximidad y el afecto de sus numerosos amigos, entre los que me encuentro, que tanto sienten su pérdida y, naturalmente, de su esposa, Carmen, y de toda su familia, que tendrán siempre el consuelo y el orgullo de su recuerdo y de su obra.