Severino García Vigón ha formalizado esta tarde su dimisión como presidente de la Federación Asturiana de Empresarios. Ha sido durante una reunión de la Junta Directiva de la organización, convocada, por el que ha sido máximo representante de la patronal asturiana durante 18 años, el pasado 4 de noviembre, una semana después de que la juez que investiga un presunto fraude fiscal en una empresa familiar del veterano dirigente abriera un procedimiento penal contra él.

Tras la reunión, Vigón aseguró dejar una organización "por la que lo he dado todo", sin amargura.

Tras la presentación de su dimisión, el órgano de dirección de la patronal ha abierto el proceso electoral que culminará con la elección del nuevo presidente el próximo 17 de enero, según ha explicado a los medios el presidente en funciones, César Figaredo, presidente de Femetal.

El próximo 25 de noviembre se constituirán la junta y la mesa electoral, cuyos miembros fueron elegidos hoy, momento en el que quedará abierto el plazo de presentación de candidaturas.

Por lo tanto habrá que esperar poco menos de dos meses para conocer a la persona que tomará el relevo de Vigón, quien se va asegurando que "FADE no está rota".

Respecto a su posible renuncia a seguir al frente de la Cámara de Comercio de Oviedo, Vigón ha afirmado que "de momento" seguirá ostentando el cargo, a pesar de que "lo fácil sería decir ahí os quedáis", dado el complicado proceso de reestructuración que están sufriendo estas organizaciones, ha recordado.

Fin de la "era Vigón" en la FADE

Severino García Vigón llegó a la presidencia de la Federación Asturiana de Empresarios (FADE) un sábado de junio de 1995. Tenía 53 años, el apoyo del 70% de la asamblea electoral, incluido el de la construcción, sector hegemónico entonces en la patronal, y un propósito que por aquellas fechas enunció así: "Conseguir una FADE más unida y más fuerte". Logró, reconocen incluso sus críticos, que la organización alcanzara cotas inéditas de representatividad e influencia institucional, así como una cohesión interna que prácticamente se mantuvo intacta hasta que, el pasado abril, se desencadenaron las hostilidades por la investigación de un fraude tributario en una empresa de Vigón y por su resistencia a dejar el cargo como le pedía entonces la mayoría del comité ejecutivo. Hoy dimite ante la junta directiva la FADE y cierra un ciclo capital en la trayectoria de la patronal asturiana.

La Asturias de 1995 estaba sumergida en los procesos de jibarización del sector público industrial y bregaba como el resto del país por dejar atrás la crisis global de principios de la década. Los asturianos digerían el escándalo del "petromocho" y se encaminaban a las elecciones autonómicas que por primera vez darían el triunfo a la derecha, con Sergio Marqués. En aquella Asturias, la balanza del poder de los llamados agentes sociales estaba claramente decantada hacia los sindicatos, con enorme influencia en la izquierda política y particularmente en la Federación Socialista Asturiana (FSA), que había gobernado desde la preautonomía y volvería a hacerlo entre 1999 y 2011.

Serafín Abilio Martínez, ya entonces presidente de los constructores, vicepresidente de la FADE y ex político centrista (fue dirigente de UCD y después del CDS), fichó a García Vigón y lo lanzó como candidato a liderar la patronal. En la refriega electoral -disputó la presidencia con Miguel Ángel Menéndez del Fueyo-, a Vigón se le atribuyeron la simpatías del PSOE y a su oponente -el único que ha tenido en 18 años en la FADE-, las del PP. Severino García Vigón, de ideas conservadoras, trató de sacudirse las etiquetas políticas durante su liderazgo. Procuró preservar la neutralidad de la representación empresarial, aunque en su ejecutoria hay bastantes más indicios de sintonía personal con dirigentes y gobernantes socialistas que con los homólogos de la derecha.

Nunca hubo buena química entre García Vigón y Francisco Álvarez-Cascos (ni antes ni después de la operación Foro Asturias), tampoco muchas afinidades con Ovidio Sánchez, líder del PP hasta 2012. La estrategia de pactos con los gobiernos del socialista Vicente Álvarez Areces y con las direcciones de UGT y CC OO, plasmada en sucesivos "acuerdos de concertación", le reportaron algunas críticas internas, aunque sin mucho volumen, entre aquellos empresarios y organizaciones que veían en el diálogo social un mero aval para las políticas de la Administración arecista. Tales pactos, sobrevolados en ocasiones por la sospecha de que patronal y sindicatos obtenían fondos para su financiación a través del dinero para formación, contribuyeron a apaciguar el clima laboral de la región y a estimular la actividad económica y el empleo, según sus protagonistas.

Vigón defendió siempre esos acuerdos, desplegó en ellos su talento negociador y llevó a la mesa de diálogo las ideas que pregonaba desde el atril de FADE: la urgencia de que Asturias pusiera a las empresas y a la iniciativa privada en la primera línea de las prioridades económicas o la conveniencia de embridar el gasto público.

Conforme al criterio que aplicó Vigón en FADE, en parte homologable con el que ejerció el fallecido José María Cuevas durante sus 23 años al frente de la CEOE, resulta estéril que una patronal esté permanentemente enfrentada a la Administración. Es más eficaz influir y para hacerlo conviene ser lo más grande y fuerte posibles. Desde 1995, Vigón hizo de la ampliación de FADE a nuevos sectores una de las prioridades de su gestión.

De la mano de Vigón, la FADE reformó varias veces sus estatutos y otras reglas internas. Primero para profesionalizar el cargo de presidente y convertirlo en remunerado (12.000 euros al mes en la última época). Después, para allanar la entrada de decenas de asociaciones, la gran mayoría de pymes, que se fueron incorporando a la patronal. En pocos años se habían multiplicado las organizaciones afiliadas y la FADE pasó a representar y a dar voz en sus órganos de gobierno tanto a las grandes corporaciones como a los colectivos de microempresas. Fueron importantes para ello la capacidad de persuasión, propia de quien durante muchos años se dedicó profesionalmente a las ventas, y el carisma enlas distancias cortas de un dirigente al que le gusta recordar su origen humilde (hijo de minero de la Guëria Carrocera, en San Martín del Rey Aurelio).

El resultado fue una FADE más grande en la que los sectores tradicionales perdieron peso y cuya clave de bóveda era el presidente, con un poder casi absoluto y depositario de la confianza sin reservas de los otros órganos de dirección. Tanto que desde 1995 todo se aprobaba por aclamación o asentimiento en la asamblea y la junta directiva. No hay precedente de ninguna votación hasta que, el 5 de junio de este año, Vigón puso su cargo a disposición de la junta y ganó provisionalmente su último pulso en la FADE.

Ganó otro en la Cámara de Comercio en 2002, cuando por primera vez un líder de la patronal conseguía, en disputa con Jesús Serafín Pérez, acceder a la presidencia de la institución cameral ovetense. Llegó acompañado de otro cambio estatutario que levantó la limitación de mandatos (dos) y permitió a García Vigón reeditar la presidencia de la FADE en 2003, 2007 y 2011. No logró, en cambio, plasmar su idea de que las tres cámaras (Oviedo, Gijón y Avilés) caminaran hacia un proyecto de integración o al menos de "coordinación". Gijón y Avilés recelaron de Vigón, a quien se le atribuye la ambición fallida de liderar una gran cámara de comercio asturiana. Hoy deja la FADE tras siete meses de conflicto que han agrietado la unidad que predicó. Sigue por ahora al frente de la cámara ovetense, también sacudida por las divergencias sobre su liderazgo.