La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El reparto territorial de la riqueza 3

La metamorfosis de las Cuencas

Las pensiones y prejubilaciones sostienen la renta en Mieres y Langreo, donde el consumo, el empleo público y algunas industrias han atenuado el impacto de los recortes mineros

La plaza de Requejo, este verano. J. R. SILVEIRA

El dato más revelador sobre lo que ha ocurrido en las comarcas del Caudal y del Nalón durante las últimas dos décadas no es económico sino demográfico: entre 1994 y 2014, los diez municipios comprendidos en esta parte de Asturias perdieron 50.000 habitantes. Es como si en ese período, que comprende la mayoría de los cierres de explotaciones mineras y recortes de empleo pactados a partir de 1992, se hubiera esfumado toda la población de Mieres, que entonces era el cuarto mayor concejo de la región, por delante de Langreo y Siero.

Esos mismos territorios tenían de aquella tal dependencia de la minería del carbón que el sector aportaba de manera directa casi uno de cada tres puestos de trabajo y sostenía muchos otros en empresas auxiliares y de servicios. Hoy, lo que queda de la actividad hullera apenas representa el 5% del empleo de Mieres y Langreo, según datos de la Sociedad Asturiana de Estudios Económicos e Industriales (Sadei).

¿Cómo ha sido esa metamorfosis y cuál su impacto en la actividad económica y en la renta de las familias? El modelo de reconversión minera que se siguió en Asturias, de corte socialdemócrata y resultante de las movilizaciones que protagonizaron los trabajadores, se asentó en dos pilares: un tratamiento no traumático y generoso de los excedentes, con prejubilaciones a edades muy tempranas y retribuciones que en el caso de Hunosa han sido equivalentes a los salarios en activo, y sucesivos programas de inversiones en infraestructuras, recuperación ambiental, mejoras urbanísticas, formación e incentivos a la instalación de empresas que comenzaron ya antes de los años 90 y cuya efectividad ha estado siempre en discusión.

La publicación de Sadei "La renta de los municipios asturianos" deja ver cómo las prejubilaciones y las pensiones mineras han cumplido una de las funciones que les asignaban veinte años atrás los sindicatos: sostener los ingresos de los hogares, actuar como un amortiguador del drástico recorte del empleo industrial que se iba a producir. Hoy, siete de los diez concejos de las Cuencas (Mieres, Aller, Lena, Riosa, Morcín, Langreo y San Martín del Rey Aurelio) se mantienen entre los veinte de Asturias con mayor renta por habitante. Incluso dos de ellos, Mieres y Aller, ocupan posiciones superiores a las de territorios que, como Avilés y Siero, tienen una actividad productiva y un dinamismo empresarial mucho más vivo que los concejos del carbón, altamente dependientes de las pensiones. Baste decir que los ingresos por prestaciones sociales suponen el 32% de toda la renta disponible de los hogares mierenses y el 41% en el caso de los alleranos, cuando en Avilés y Siero no llegan a ser el 14%.

Esos ingresos de las pensiones de la minería, las más altas del sistema, y de las prejubilaciones, ahora ya muchas menos que en las décadas precedentes, han suavizado los impactos de estos años de crisis en las Cuencas y desde principios de los 90 tuvieron una influencia capital en la transformación del patrón económico de los concejos mineros. Contribuyeron a que se mantuvieran niveles altos de consumo, de suerte que el empleo en el comercio y en la hostelería mantuvo cierta estabilidad en Mieres (ambas actividades sumaban 2.500 empleos en 1996 y 2.400 en 2014) e incluso creció en Langreo. Y todo a pesar de la hemorragia demográfica.

Lo que en los años centrales de la reconversión fue calificado como "el colchón de las prejubilaciones" tenía también el cometido de ganar tiempo para la aparición de nuevas actividades que paliasen el proceso de jibarización de la minería. Sin entrar en la controversia acerca de los resultados de las políticas de reactivación económica, la información reunida por Sadei en estos años muestra en primer lugar que al menos en los dos grandes municipios mineros ganaron dimensión laboral algunas actividades. En Mieres, antaño siderúrgica, el sector del metal, encabezado por las factorías de Thyssenkrupp, tiene ahora 1.200 empleos, 300 más que hace 18 años. Y en Langreo crecieron con singular brío los servicios, que ocupan a 2.500 personas más que en 1994. Esa terciarización, también intensa en Mieres, se explica en una parte por los negocios más pegados al consumo, pero también por un aumento muy relevante de las personas ocupadas en los epígrafes referidos a la administración, la sanidad, la educación, la atención social y otros servicios. Empleo público, sobre todo.

Las mismas fuentes estadísticas indican además que la pérdida de población (20% desde 1996 en Mieres y 16% en Langreo) fue mucho más severa que la reducción del empleo (12% en Mieres y 6% en Langreo). Diferencias que sugieren que una parte relevante de quienes trabajan en esos concejos residen en otros y que abonan la tesis de que una laguna principal de la metamorfosis de la Asturias minera ha sido la incapacidad de retener la población, de competir en vivienda, equipamientos y otros atractivos con el núcleo central de Asturias, sobre todo con Oviedo y Gijón, adonde conducen las autovías que iban a dar un impulso a las Cuencas.

Compartir el artículo

stats