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La tesis de la inmunidad del país frente al enfriamiento global entra en revisión

Las reformas españolas, en la medida en que aumentan la competitividad del país en costes y en que contribuyen a acrecentar el potencial de crecimiento, han instaurado la creencia poco contrastada según la cual España se habría inmunizado y blindado frente a las posibles adversidades externas.

La tesis es errónea porque España no ha corregido sus elevados desequilibrios (sobre todo, el enorme endeudamiento del conjunto del país), porque el patrón de crecimiento en la salida de la crisis está volviendo a depender de la demanda interna y de la repetición de hitos del pasado, porque el objetivo exportador de la devaluación interna está condicionado por el comportamiento de los mercados de destino y porque el país sigue muy expuesto a cualquier contagio de dudas soberanas y financieras a causa de su elevado apalancamiento.

La inquietud global (FMI, OCDE, FED, BCE...) por la ralentización de China y de los emergentes, el tenue avance de Europa y la revisión a la baja del crecimiento global no le serán indiferentes a España. De hecho, los últimos datos conocidos apuntan a una desaceleración del aún intenso crecimiento español y una pérdida de vigor en la creación de empleo. Y el Gobierno español se está quedado solo en su convicción de que podrá cumplir con el objetivo de déficit en 2015 y 2016.

El 29 de junio el presidente del Gobierno y su ministro de Economía dijeron que "Grecia no afectará a España". Y el 8 de julio Rajoy rectificó: "Esto afecta a España". El 21 de septiembre el gobernador del Banco de España, Luis María Linde, dijo que "España tiene garantizado el crecimiento al 3%" en 2015 y 2016, pero dos días después, el 23, aseveró que la incertidumbre exterior y la volatilidad de los mercados financieros han hecho aumentar los riesgos para el crecimiento de la economía española.

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