No por esperadas, las muestras de afecto por la muerte de nuestro padre han dejado de sorprendernos. Tanto por sus cualidades humanas, como por sus virtudes como hombre de empresa, se han producido a lo largo de estos días innumerables testimonios de gentes de todo orden y condición. Y creemos que es de justicia, y así lo hubiese querido nuestro padre y quiere nuestra madre, expresar nuestro profundo agradecimiento.

Los principios que rigieron la vida de nuestro padre fueron la fe cristiana, la sabiduría, el valor, y la vocación de servicio. Y ha sido constante la voluntad de nuestros padres, que nuestra conducta en la vida, en todos los órdenes, estuviese regida por los mismos.

Pero existía un elemento más que para él resultaba igualmente fundamental: el profundo amor a Asturias y su compromiso con el Principado.

La vida de nuestro padre no se explica sin Asturias en todos y cada uno de sus aspectos; su paisaje inigualable, nuestra gente, la cultura, su pujanza empresarial. Para él, y así lo sentimos hoy sus hijos y nietos, todo en Asturias era y es importante. Pasear por el Fontán en Oviedo, por Cimadevilla en Gijón o por la parte vieja de Avilés era una delicia para los que tuvieron la suerte de hacerlo en su compañía. Lo era también asomarse a nuestro mar Cantábrico y verlo ensimismado contemplando a la Virgen de Guía desde la desembocadura del Sella o subir a la Gruta de Covadonga. Parar en cualquier viaje para ver esta o aquella iglesia o en cualquier pueblo o aldea sobre los que por supuesto conocía su historia y anécdotas. Admirar junto a él Somiedo, el orgullo donde sus mayores crearon "la hidroeléctrica". Siempre había en su agenda un momento para vivir y sentir Asturias por muy ocupado que estuviese.

A finales del agosto pasado, viendo que la mayoría de sus hijos y nietos nos trasladábamos a Asturias, y aún a pesar de apreciarse ya su inevitable declive, decidió volver unos días a Ribadesella, donde pasó su juventud en los largos veranos de entonces, y con nosotros sus hijos y nuestra madre en los años 60 y 70. Solo él sabía que estos días de agosto serían sus últimos momentos en familia y en Asturias. Fueron sus últimos días de felicidad en su Asturias en compañía de nuestra madre y todos nosotros.

Ya recientemente, y cumplidor con su deber para con los Premios Princesa de Asturias, a cuyo Patronato perteneció desde su fundación, se trasladó de nuevo a Oviedo; pero sus fuerzas flaquearon y no pudo asistir a sus distintos actos. Seguramente fuese este hecho el que le produjo el convencimiento de que su obra estaba ya hecha y correspondía a sus hijos recoger el testigo de servir y amar a Asturias como él lo hizo y nos enseñó.