El ingeniero técnico de Minas y empresario Avelino Suárez Álvarez (Villabona, Llanera, 1947), fundador y presidente de la consultora de ingeniería Impulso, con sede en Llanera y proyección internacional, falleció ayer tras haber sido hospitalizado el lunes. Suárez, de 68 años, encarnó el prototipo de los empresarios que se forjan desde un origen humilde por una combinación de talento, esfuerzo y entusiasmo.

Bisnieto, nieto, hijo y sobrino de mineros en la explotación hullera de Minas de Villabona, en Llanera, Avelino Suárez, cuya madre poseía una pequeña tienda (Lanas María) en la localidad de Posada, se formó en la escuela de Veyo y allí encontró, en el respaldo y apoyo de un maestro rural, José María Pérez, el impulso e incentivo para cursar el bachillerato (con los maristas, en Oviedo) y la formación superior.

Para sufragarse los estudios en Ingeniería Técnica de Minas en Mieres, Suárez trabajó desde los 17 años en Minas de Villabona. Fue auxiliar administrativo, dependiente de economato, analista de laboratorio, electromecánico, lampistero, vigilante de interior y de exterior y jefe de la oficina técnica. Por la mañana trabajaba, por la tarde iba en tren a Mieres para asistir a la Escuela de Facultativos de Minas, pernoctaba en una pensión y al día siguiente regresaba en ferrocarril, a las cinco de la mañana, a Villabona.

En 1970, tras acabar los estudios, y coincidiendo con la muerte de su padre (vigilante jurado de la mina), lo que privó a la familia de seguir disfrutando de una vivienda de la empresa, el núcleo familiar se trasladó a Oviedo y Suárez emprendió su etapa profesional como ingeniero técnico. Durante un decenio trabajó en empresas de construcción, mantenimiento y metalmecánica.

Durante este periodo protagonizó la primera iniciativa empresarial. Con seis amigos creó en 1974 una sociedad que acabó en fracaso. "Nos dimos un buen batacazo", dijo años después. La inexperiencia y el momento elegido (la primera crisis del petróleo ya había empezado a afectar, aunque aún de forma matizada, a España) frustraron el intento. En estos años, emprendió la otra faceta que marcó su vida profesional, con una implicación creciente, a partir de los años 70, en el asociacionismo gremial de los ingenieros técnicos de minas, primero, y de los colectivos ingenieriles en general, después.

En 1980, con 33 años, se independizó de forma definitiva y comenzó a hacer proyectos de minería e industria como consultor. Así nació Impulso, la sociedad que promovió y en la que se volcó. Impulso amplió con los años su ámbito de actividad a los campos de la ingeniería, la arquitectura y la consultoría en general, y emprendió su expansión nacional.

Fiel al principio de que "lo que más vale son las raíces, aunque sean humildes", Suárez trasladó la sede de la compañía a su municipio natal en cuanto tuvo la oportunidad. Fue tras la inauguración en 1991 del Parque Tecnológico de Asturias en Llanera. Uno de sus hijos y su nuera, arquitectos, diseñaron la sede.

Desde el despacho, atisbaba, afirmó, todos los "lugares importantes" de su vida: Posada, donde vivió su madre hasta su fallecimiento en 2014; Veyo, donde está enterrado su padre, y el pico Santofirme, omnipresente en su biografía. La montaña y los veraneos en Celorio (Llanes) fueron dos de sus pasiones y espacios para la reflexión. Las grandes decisiones estratégicas de la empresa, como su entrada en Angola, las tomó durante rutas de nueve horas de marcha por los Picos de Europa, en cuyo paisaje agreste encontró respuestas a las dudas.

Aunque desde 2006, en pleno "boom" de la economía española, sopesaba la idea de internacionalizar la compañía, fue la crisis económica internacional la que forzó la decisión. En 2009, tras dos años de estancamiento, y ante la necesidad de acometer ajustes (una decisión "dura", dijo, para quien creía que el responsabilidad del empresario es que sus profesionales estén "a gusto"), Impulso emprendió su proyección fuera de España. Implantó oficinas en Portugal, Milán, Ginebra y Bruselas, se expansionó a América Latina (Colombia, Perú y Nicaragua) y entró en África: Guinea Ecuatorial, Kenia, Costa de Marfil y Angola. Para este último país, del que Avelino Suárez era cónsul en Asturias, desarrolló, entre otros proyectos, un plan de industrialización nacional.

Como consecuencia de esta apertura al mundo, la empresa, que en 2007 había facturado 8 millones de euros (el 100% en España) con 80 profesionales, cerró 2014 (último dato disponible) con una facturación de más de 20 millones (el 80% generado en el exterior) con 150 empleados.

La gestión la compatibilizó con el desempeño de cargos profesionales, en todo los cuales abanderó la defensa de la industria y la minería: fue presidente del Colegio de Ingenieros Técnicos de Asturias y Galicia, del Consejo General de Colegios Técnicos de Minas y del comité español de la Federación Europea de Ingenieros y del Instituto de Ingenieros Técnicos de España (IMITE), vicepresidente del Club Español de la Industria, la Tecnología y la Minería (ITM) y consejero de la Federación Europea de Asociaciones de Ingenieros.

Padre de un economista, un arquitecto y un ingeniero técnico de Minas, en 2013 cedió el puesto de consejero delegado a su hijo Jorge y se mantuvo en la presidencia. Dijo que nunca se jubilaría: "Trabajo en lo que me gusta, disfruto con ello y lo hago con gente encantadora". Su funeral se celebrará mañana, a las 13.00 horas, en la iglesia de San Miguel de Villardeveyo (Llanera).